PREG. ¿Cómo?

TEÓS. Demostrando sencillamente, en el terreno lógico, filosófico, metafísico y hasta científico, que:

a) Todos los hombres tienen espiritual, y físicamente el mismo origen; lo que constituye la doctrina fundamental de la Teosofía.

b) Que teniendo la humanidad una misma y única esencia, y siendo esa esencia una –infinita, increada y, eterna, ya la llamemos Dios o Naturaleza–, nada, por lo tanto, puede afectar a una nación o a un hombre sin afectar a todas las demás naciones y a todos los demás hombres. Tan cierto y obvio es esto, como que una piedra tirada en un estanque pondrá en movimiento pronto o tarde toda gota de agua en él contenida.

PREG. Pero ésta no es la doctrina de Cristo, sino más bien una noción panteísta.

TEÓS. Aquí es donde os equivocáis. Es puramente Cristiana, aunque no Judaica, y, por consiguiente, quizás prefieran ignorarla las naciones Bíblicas.

PREG. Ésta es una acusación injusta. ¿Dónde están vuestras pruebas?

TEÓS. Están a la mano. Se atribuyen a Cristo estas palabras: “Amaos los unos a los otros” y “Amad a vuestros enemigos, pues si solo amáis a aquellos que os amen, ¿qué mérito tenéis? ¿Acaso los publicanos 11 mismos no lo hacen? Y si sólo saludáis a vuestros hermanos, ¿qué más hacéis que los demás? ¿No lo hacen acaso los mismos publícanos?” Éstas son las palabras de Cristo.

Pero el Génesis IX, 25, dice: “Maldito sea Canaán; siervo de los siervos será entre sus hermanos”. Y la gente Cristiana, pero Bíblica, prefiere la ley de Moisés a la ley amorosa de Cristo. Basan en el Antiguo Testamento, que se presta a todas sus pasiones, sus leyes de conquista, anexión y tiranía, respecto de las razas que llaman inferiores. Sólo la historia puede darnos una idea, aunque imperfecta, de los crímenes, cometidos con el apoyo de ese pasaje infernal del Génesis (tomado al pie de la letra)12.

PREG. Habéis dicho que la identidad de nuestro origen físico, está probada por la ciencia, y la de nuestro origen espiritual por la Religión de la Sabiduría. Sin embargo, no dan muestras los Darwinistas de afección fraternal muy grande.
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11 Publicanos, considerados como ladrones y rateros en aquellos tiempos.
Tanto el nombre como la profesión de publicano eran entre los judíos las cosas más odiosas de este mundo. No se les permitía penetrar en el templo, y Mateo (XVIII, 17 )habla de un pagano y de un publicano como de cosas idénticas. Sin embargo, eran tan solo los recaudadores de impuestos romanos, y ocupaban la misma posición que los empleados oficiales ingleses, en la India y en otros países conquistados, ocupan hoy día.

12 “Al fin de la Edad Media, la esclavitud, dominada por fuerzas morales,había desaparecido
de Europa en general; pero ocurrieron dos acontecimientos importantes, que anularon al poder moral que obraba sobre la sociedad europea, y dieron rienda suelta a una serie de calamidades tales, que casi puede decirse que jamás se han conocido otras mayores.

Uno de esos acontecimientos fue el primer viaje a una costa populosa y bárbara, donde los seres humanos eran un artículo usual de tráfico; y el otro, el descubrimiento de un Nuevo Mundo, en el que se abrieron veneros de riqueza, para cuya explotación sólo faltaba llevar brazos que trabajasen. Durante cuatrocientos años, hombres, mujeres y niños eran separados de todos los que conocían y amaban, y se los vendían en las costas de África a traficantes extranjeros; se los cargaba de cadenas en la sentina de los buques (encerrando juntos a menudo a los vivos y los muertos durante horribles travesías); y según Bancroff, historiador imparcial, de tres millones y pico de seres, doscientos cincuenta mil fueron arrojados al agua durante aquella época, mientras que el resto era condenado a indecible miseria y sufrimiento cruel en las minas, o a gemir bajo el látigo en los cañaverales y arrozales. La culpabilidad de este gran crimen recae sobre la Iglesia Cristiana. ”En nombre de la Santísima Trinidad” el Gobierno español firmó más de diez tratados autorizando la venta de quinientos mil seres humanos. En 1562 Sir John Hawkins se hizo a la mar para emprender el viaje infernal que tenía por objeto comprar esclavos en África para venderlos en las Indias Occidentales, en un buque que llevaba el nombre sagrado de Jesús; e Isabel, la reina Protestante, lo recompensó por su éxito en esta primera aventura de los ingleses en aquel inhumano tráfico, autorizándolo a llevar como escudo de armas “un medio moro en su color natural, ligado con una cuerda”, o en otras palabras, a un esclavo negro encadenado.” (Conquistas de la Cruz. – Tomado de Agnostic Journal).
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TEÓS. Precisamente. Esto es lo que demuestra la deficiencia de los sistemas materialistas, y prueba que nosotros, los Teósofos, tenemos razón. La identidad de nuestro origen físico no alcanza ni estimula nuestros sentimientos más elevados y profundos. Privada de su alma y espíritu, o de su esencia divina, la materia no puede hablar al corazón humano. Pero una vez probada, y grabada profundamente en nuestros corazones, la identidad del alma y del espíritu del hombre real, inmortal, según nos enseña la Teosofía, esto nos conducirá lejos en el camino de la verdadera caridad y buen deseo fraternales.

PREG. Mas, ¿cómo explica la Teosofía el origen común del hombre?

TEÓS. Enseñando que la raíz de toda la naturaleza, objetiva y subjetiva, y todo en el Universo, visible o invisible, es, era y será siempre una esencia absoluta de la que todo parte y a la que todo vuelve. Ésta es la filosofía Aria, representada por completo tan sólo por los Vedantinos y el sistema Buddhista.
Con este fin, es deber de todos los Teósofos fomentar por todos los medios prácticos y en todas las naciones la difusión de la educación antisectaria.

PREG. ¿Qué recomiendan, además de esto, los estatutos de la Sociedad a sus miembros? Me refiero al plano físico.

TEÓS. La organización de la sociedad descrita por Eduardo Bellamy en su magnífica obra Looking Backwards (Mirando atrás), representa admirablemente la idea teosófica respecto a cuál habría de ser el primer gran paso hacia la completa realización de la fraternidad universal. El estado de cosas que describe no alcanza la perfección, porque aún existe y obra el egoísmo en el corazón de los hombres. Pero, en general, el egoísmo y el individualismo han sido dominados por el sentimiento de solidaridad y fraternidad
mutuos; y el plan de vida descrito en la obra reduce a un mínimum las causas que tienden a crear y alimentar el egoísmo.

PREG. ¿De modo que, como Teósofos, tomaríais parte en todo esfuerzo que tendiese a
la realización de semejante ideal?

TEÓS. Ciertamente; y lo hemos probado con hechos. ¿No habéis oído hablar de los Clubes y del partido Nacionalista, que han surgido en América desde la publicación de la obra de Bellamy? Van ganando terreno cada día, y con el tiempo irán ganando más y más. Pues bien; esos clubes y ese partido fueron creados al principio por Teósofos. Uno de los primeros, el Club Nacionalista de Boston (Massachussets), tiene dos Teósofos por Presidente y Secretario, y la mayoría de su consejo ejecutivo pertenece a la Sociedad Teosófica. En la constitución de todos los clubes y en la del partido que están formando, la influencia Teosófica y de la Sociedad es franca y abierta, porque toman  todos como base, como primero y fundamental principio, la Fraternidad humana, tal como la enseña la Teosofía.

 En su declaración de Principios, dicen: “El principio de la Fraternidad es una de las verdades eternas que dirigen el progreso del mundo por caminos que distinguen la naturaleza humana de la naturaleza del bruto”. ¿Qué más teosófico que esto? Pero no basta. Lo que es necesario también es grabar en los hombres la idea de que si el origen de la humanidad es uno, debe entonces haber igualmente una verdad común en todas las diferentes religiones, excepto en la judía, puesto que ni en la KábaIa misma se encuentra expresada.

PREG. Esto se refiere al origen común de las religiones, y aquí puede que tengáis razón.
Pero, ¿cómo puede aplicarse a la Fraternidad práctica en el plano físico?

TEÓS. Primero, porque lo que es verdad en el plano metafísico, también debe serlo en el físico. Segundo, porque no existe causa más poderosa de odio y disputas que las diferencias religiosas. Cuando una parte de la humanidad se cree única poseedora de la verdad absoluta, es muy natural que considere a su vecino sumido en el error o en poder del Diablo. Mas, conseguir demostrar que nadie posee toda la verdad, sino que las distintas ideas se complementan mutuamente; que la verdad completa sólo puede encontrarse en la unión de las diversas opiniones, después de haber sido eliminado todo lo falso de cada una de ellas: entonces, la verdadera fraternidad, en religión, podrá ser un hecho. Lo mismo puede aplicarse al mundo físico.

PREG. Os ruego desarrolléis más vuestra idea.

TEÓS. Tomad un ejemplo. Una planta se compone de raíz, tronco, tallos y hojas. Del mismo modo, la humanidad, como un todo, es el tronco que procede de la raíz espiritual; el tronco es la unidad de la planta. Atacado el tronco, es evidente que cada rama y cada hoja se ha de resentir. Así sucede con la humanidad.

PREG. En efecto; pero si sólo se ataca una hoja o una rama, no se daña a toda la planta.

TEÓS. ¿De manera que creéis que perjudicando a un hombre no perjudicáis a la humanidad? ¿Ignoráis que hasta la ciencia materialista enseña que cualquier perjuicio, por ligero que sea, causado a una planta, ha de afectar por completo a su futuro desarrollo? Estáis, por lo tanto, en un error, y la analogía es perfecta. No tenéis en cuenta el hecho de que puede a menudo resentirse todo el cuerpo de resultas de una cortadura en un dedo e influir en todo el sistema nervioso; y he de haceros presente que puede haber otras leyes espirituales que operen sobre las plantas y los animales, así como sobre la humanidad; si bien, como no reconocéis su acción en plantas y animales, podéis negar su existencia.

PREG. ¿A qué leyes os referís?

TEÓS. Las llamamos leyes kármicas; pero no podréis comprenderla significación completa del término a no ser que estudiéis Ocultismo. Mi argumento, sin embargo, no se apoyaba en la suposición de esas leyes, sino solamente en la analogía de la planta. Extended esa idea, aplicadla universalmente, y pronto veréis que en la filosofía verdadera cada acción física tiene su efecto moral y eterno. Perjudicad a un hombre, causándole un daño corporal; pensaréis que su pena y su sufrimiento no pueden en modo alguno afectar a sus prójimos, y mucho menos a hombres de otras naciones. Nosotros afirmamos que si lo hará a su debido tiempo. Decimos, por consiguiente, que mientras cada hombre no comprenda y acepte, como una verdad axiomática, que perjudicando a otro nos perjudicamos, no sólo a nosotros mismos, sino, a la larga, a toda la humanidad, no son posibles en la tierra sentimientos fraternales, tales como los que predicaron todos los grandes Reformadores, sobre todo Buddha y Jesús.

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