PREG. Habláis de Teosofía y de Ocultismo; ¿son ambos idénticos?

TEÓS. De ninguna manera. Puede un hombre ser muy buen 
Teósofo, dentro o fuera de la Sociedad, sin ser en modo alguno Ocultista. Pero nadie puede ser un verdadero Ocultista sin ser Teósofo en toda la extensión de la palabra; de otro modo, no es más
que un mago negro, consciente o inconsciente.

PREG. ¿Qué queréis decir?

TEÓS. Ya he dicho que un Teósofo verdadero debe poner en práctica el ideal moral más elevado; debe esforzarse en reconocer la unidad con la humanidad entera, y trabajar incesantemente para los demás. Ahora bien; si un Ocultista no lleva esto a cabo, obrará de un modo egoísta para su beneficio personal; y si ha adquirido mayores poderes prácticos que los demás hombres, por lo común se convierte, por esto mismo, en enemigo del mundo y de los que lo rodean, mucho más temible que el simple mortal. Esto es claro.

PREG. Entonces, ¿un Ocultista es sencillamente un hombre que posee mayor poder que los demás?

TEÓS. Mucho mayor, si es Ocultista práctico y realmente instruido, y no se contenta tan sólo con serlo de nombre. No son las ciencias ocultas “aquellas ciencias imaginarias de la Edad Media que trataban de la supuesta acción o influencia de cualidades Ocultas o poderes sobrenaturales, como la alquimia, la magia, la nigromancia y la astrología”, según nos las describen las Enciclopedias; porque son ciencias reales, verdaderas y muy peligrosas. Enseñan la fuerza e influencia secretas de las cosas de la
Naturaleza, desarrollando y cultivando los poderes ocultos “latentes en el hombre”, dándole enormes ventajas sobre los mortales más ignorantes. Buen ejemplo de ello es el Hipnotismo, hoy día tan común y objeto de las indagaciones científicas. 

Fue descubierto el poder hipnótico casi por casualidad, habiendo preparado el camino el mesmerismo. Hoy día, un hipnotizador experimentado puede con su poder hacer casi todo cuanto se le ocurra: desde obligar a un hombre a hacer el tonto inconscientemente, hasta hacerle cometer un crimen. 
(A menudo, por medio de un cómplice del hipnotizador y en beneficio de este último.) ¿No es éste un terrible poder si se entrega en manos de personas sin escrúpulos? Y, sin embargo, tened presente que ésta no es más que una de las ramas menores del Ocultismo.

PREG. ¿Pero no están todas esas ciencias Ocultas, magia y hechicería, consideradas por la gente más culta e ilustrada como restos de la antigua ignorancia y superstición?

TEÓS. Permitidme que os haga notar que esta observación resuelve de golpe los distintos puntos de vista. Los más “cultos e ilustrados” entre vosotros, también consideran al Cristianismo y todas las, demás religiones como restos de ignorancia y superstición. La gente ahora empieza a creer en el hipnotismo, y algunos (hasta entre los más cultos), en la Teosofía y los fenómenos. ¿Pero quién, excepto los predicadores y los fanáticos ciegos, se atreverá a confesar su creencia en los milagros Bíblicos? Aquí es donde nace la diferencia. 

Hay Teósofos muy puros y buenos, que pueden creer en los milagros sobrenaturales, incluso los divinos; pero no creerá en ellos Ocultista alguno. 

El Ocultista practica la Teosofía científica, basada en el conocimiento exacto de los trabajos y secretos de la Naturaleza, mientras que el Teósofo que practique los poderes llamados anormales, pero sin la luz del Ocultismo, tenderá simplemente hacia una forma peligrosa del mediumnismo, porque, aunque profese la Teosofía y su más elevado código de ética, obra a oscuras, apoyado en sincera PERO CIEGA FE. 

Cualquiera, sea Teósofo o Espiritista, que intente cultivar una de las ramas de la ciencia Oculta por ejemplo, Hipnotismo, Mesmerismo o siquiera los secretos para producir ciertos fenómenos físicos, etc. sin el conocimiento de la rationale filosófica de esos poderes. Es como una nave sin timón en medio del océano embravecido.

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