PREG. ¿Creéis que ayudaría la Teosofía a extirpar esos males, en las condiciones contrarias de nuestra vida moderna?

TEÓS. Creo firmemente que podríamos lograrlo si tuviésemos más recursos y no tuviesen que trabajar muchísimos teósofos para ganarse el pan.

PREG. ¿De qué modo? ¿Pensáis que podrían arraigarse jamás vuestras doctrinas entre las masas ignorantes, siendo tan abstractas y difíciles que apenas pueden comprenderlas las personas instruidas?

TEÓS. Olvidáis una cosa, y es que precisamente vuestra tan decantada educación moderna es lo que hace difícil para vosotros la inteligencia de la Teosofía. Tan llena de sutilezas y preocupaciones intelectuales tenéis la mente, que vuestra natural intuición y percepción de la verdad no pueden funcionar. Para que el hombre comprenda las verdades generales de Karma y Reencarnación no se necesita la metafísica o la cultura. Ahí están millones de pobres e ignorantes buddhistas e hindúes para quienes Karma y Reencarnación son realidades sólo porque su mente jamás ha sido forzada ni torcida por ningún molde artificial. Nunca se ha pervertido en ellos el innato sentimiento de justicia humana, haciéndoles creer que les serían perdonados todos sus pecados por haber sido muerto otro hombre por ellos. Y notad bien que los buddhistas viven cumpliendo con sus creencias sin proferir una queja contra Karma, o lo que consideran como justo castigo; mientras que el populacho cristiano no cumple su ideal moral, ni acepta su suerte con satisfacción. De ahí las quejas, el descontento y la intensidad de la lucha por la existencia, en los países occidentales.

PREG. Pero esa resignación que alabáis tanto, mataría todo motivo de esfuerzo y detendría el progreso.

TEÓS. Y los teósofos decimos que ese progreso y civilización de que tanto os vanagloriáis no son más que fuegos fatuos que flotan sobre un pantano que exhala miasmas envenenados y mortíferos. Porque vemos el egoísmo, el crimen, la inmoralidad y todos los males imaginables cayendo sobre la desgraciada humanidad, al salir de esa caja de Pandora que llamáis siglo de progreso, y aumentando pari passu con el desarrollo de su civilización material. A este precio, más valen la inercia y la inactividad de los países buddhistas, consecuencias tan sólo de la esclavitud política durante muchos siglos.

PREG. ¿No tiene, entonces, importancia toda esa metafísica y misticismo de que tanto os ocupáis?

TEÓS. No traen gran consecuencia respecto a las masas, que sólo necesitan una dirección y ayuda práctica; pero son de la mayor importancia para las personas ilustradas, jefes naturales de esas masas; para aquellas cuyo modo de pensar y obrar será tarde o temprano adoptado por esas mismas masas. Sólo por medio de la filosofía puede el hombre inteligente e ilustrado evitar el suicidio intelectual de creer basado en la fe ciega; y sólo asimilándose la estricta continuidad y la coherencia lógica de las doctrinas si no esotéricas, orientales, puede comprender la verdad de las mismas. De la convicción nace el entusiasmo; y el “entusiasmo”, dice Bulwer Lytton, “es el genio de la sinceridad, sin el cual no alcanza la verdad victoria alguna”. Emerson, con mucho acierto, dice que “todo movimiento grande e imperioso en los anales del mundo es el triunfo del entusiasmo; y para producir sentimiento semejante, ¿dónde se hallará una filosofía tan sublime, tan estable, tan lógica y que de tal, modo lo abarque todo, como nuestras doctrinas orientales?

PREG. Sin embargo, muy numerosos son sus enemigos, y cada día encuentra la Teosofía nuevos adversarios.

TEÓS. Esto es lo que prueba, precisamente, su excelencia y valor intrínsecos. La gente sólo odia a aquello que teme; y nadie se molesta en echar por tierra lo que ni es una amenaza, ni se eleva sobre la medianía. 

PREG. ¿Esperáis comunicar algún día ese entusiasmo a las masas?

TEÓS. ¿Por qué no? Ya que la historia nos dice que las masas adoptaron con entusiasmo el Buddhismo; ya que, como antes dije, el efecto práctico de esta filosofía de ética se muestra todavía en ellas por la insignificancia del número de crímenes entre las poblaciones buddhistas, según comprueba la estadística cuando se la compara con la de cualquier otra religión. Lo principal es agotar la fuente abundantísima de todo crimen e inmoralidad, o sea la creencia de que puede uno sustraerse a las consecuencias de sus propios actos. Enséñese la más sublime de todas las leyes, Karma y Reencarnación, y además de sentir las masas la verdadera dignidad de la naturaleza humana, se apartarán del mal y huirán de él, como lo harían de un peligro físico.