PREG. ¿No creéis que la confusión de ideas que reina en nuestra mente acerca de las respectivas funciones de los “principios” consiste en que no existen términos fijos y definidos para indicar cada “principio”?

TEÓS. Tal ha sido también mi pensamiento. La confusión ha nacido de que hemos expuesto y discutido esos “principios” empleando sus nombres sánscritos, en vez de inventar inmediatamente sus equivalentes en inglés, para uso de los teósofos. Hemos de tratar de remediar ahora esta falta.

PREG. Haréis bien, porque podrá evitarse mayor confusión en adelante. Hasta ahora, me parece que no se encuentran dos escritores teosóficos que estén de acuerdo en dar a un mismo “principio” el mismo nombre.

TEÓS. La confusión, sin embargo, es más aparente que real. He oído a algunos teósofos expresar su sorpresa al hablar de esos “principios” y criticar varios escritos que tratan de los mismos; pero, cuando se los examina detenidamente, el único error que se encuentra es el de emplear la palabra “alma” para comprender tres principios, sin especificar las diferencias. El primero, y sin duda alguna el más claro de nuestros escritores teosóficos, el señor A. P. Sinnett, ha escrito admirablemente algunos pasajes acerca del “Yo Supremo” 47, y también ha sido su verdadero pensamiento mal interpretado por algunos, por emplear la palabra “alma” en sentido general. Sin embargo, he aquí algunos trozos que os demostrarán cuán claro y comprensible es todo cuanto escribe sobre este punto:
“El alma humana, una vez lanzada en las corrientes de la evolución como individualidad humana 48, atraviesa por períodos alternados de existencia física y de existencia relativamente espiritual. Pasa desde un plano o condición de la naturaleza a otro, bajo la dirección de sus afinidades kármicas.

Viviendo en sus encarnaciones la vida que su Karma le tiene de antemano preparada; modificando su progreso dentro de los límites de las circunstancias, y desarrollando nuevo Karma por medio del uso o abuso de sus oportunidades, vuelve a la existencia espiritual (Devachán), después de cada vida física, pasando por la región intermedia de Kâma–loka, para el descanso y absorción gradual en su esencia, como progreso cósmico de la experiencia de la vida adquirida “sobre la Tierra” o durante la existencia física. Este punto de vista habrá sugerido además muchas inferencias colaterales a cualquiera que haya pensado en este asunto; como por ejemplo, que la transferencia de este progreso de la conciencia, desde el Kâma–loka al período Devachánico, habrá de ser necesariamente gradual 49; que, en realidad, ninguna línea de demarcación separa la variedad de las condiciones espirituales; que hasta los planos espirituales físicos no están tan absolutamente separados uno del otro como pretenden las teorías materialistas, pues lo demuestran las facultades psíquicas de los seres vivientes; que todos los estados de la Naturaleza nos rodean simultáneamente y apelan a facultades perceptivas distintas, y así sucesivamente… Claro está que, durante la existencia física, las personas que poseen facultades psíquicas siguen en relación con los planos de la conciencia superfísica, y aunque muchas pueden carecer de tales facultades, todos somos capaces, como lo demuestran los fenómenos del sueño y especialmente los del sonambulismo o mesmerismo, de entrar en ciertas condiciones de conciencia con las que nada tienen que ver los cinco sentidos físicos. Nosotros, las almas que están en nosotros, no flotamos, por decirlo así, a la ventura sobre el Océano de la materia. Conservamos un interés, o derechos bien marcados, en la costa de la cual nos hemos alejado por algún tiempo; el proceso de la encarnación, por lo tanto, no se describe con toda exactitud cuando hablamos de una existencia alternada sobre los planos físicos y espirituales, y representamos de este modo al alma como una entidad completa que pasa toda ella de un estado de existencia a otro.

Las definiciones más correctas del procedimiento representarían probablemente. la encarnación como teniendo lugar en este plano físico de la Naturaleza, por efecto de un efluvio que emana del alma. El reino espiritual siempre sería la verdadera morada del alma, la cual no lo abandonaría jamás por completo; y aquella parte no materializable del alma, que vive permanentemente en el plano espiritual, puede quizá llamarse correctamente el Yo Supremo.” Este “Yo Supremo” es Âtma, y por supuesto, como dice el señor Sinnett, no es “materializable”. Diré más aún: jamás puede ser en circunstancia alguna “objetivo”, ni siquiera para la percepción espiritual más elevada. Porque Âtma o el “Yo Supremo”, es en realidad Brahma, el ABSOLUTO, e indistinguible de éste. En los momentos de Samâdhi, la más elevada conciencia espiritual del Iniciado se absorbe por completo en la esencia ÚNICA, que es Âtma, y, por consiguiente formando uno solo con el todo, nada objetivo puede haber para ella. Algunos de nuestros teósofos han tomado la costumbre de emplear las palabras “Self”, “Yo” y “Ego” como sinónimos, y de asociar el término “SeIf” con el Ego más elevado individual o con el yo personal del hombre, cuando nunca debiera aplicarse ese término, excepto refiriéndose al Self (Yo) Único y Universal. De ahí la confusión. Hablando de Manas (el “Cuerpo Causal”), podemos llamarlo, cuando lo relacionamos con el resplandor Búddhico, el “Ego Superior”; jamás
el “Self o Yo Supremo”. Porque Buddhi mismo, el “alma espiritual”, no es el SELF, sino tan sólo el vehículo del SELF. Todos los demás Selfes (Yoes), como el Self o “Yo Individual” y el Self o Yo “personal”, jamás debieron pronunciarse o escribirse sin sus adjetivos calificativos y característicos.

En ese excelente escrito sobre el “Yo Supremo” se aplica este término al SEXTO principio o Buddhi (en unión, por supuesto, con Manas, ya que sin esa unión no habría principio o elemento pensante en el alma espiritual); y esto ha dado lugar a errores. El declarar que “no adquiere un niño su sexto principio –o que no se convierte en un ser moralmente responsable capaz de engendrar Karma– hasta la edad de siete años”, prueba lo que se quiso decir con la expresión “Higher Self” (Yo Supremo). El distinguido autor queda, por lo tanto, perfectamente justificado cuando explica que después que lo que él llama Yo Supremo ha encarnado en el ser humano y ha saturado la personalidad (en los seres más refinados) con su conciencia, “pueden las personas dotadas de facultades psíquicas percibir ese Yo Supremo de vez en cuando, por medio de sus sentidos interno más exquisitos”.

Pero también están “justificados” los que no lo comprenden porque limitan el término Yo Supremo al Principio Divino Universal. Porque cuando, sin estar bien preparados para esta confusión de términos metafísicos, leemos 50 que mientras “el Yo Supremo se manifiesta por completo en el plano físico, continúa siendo un Ego espiritual consciente en el correspondiente plano de la Naturaleza, nos inclinamos a ver en el Yo Supremo” de esa frase a “Âtma”; y a “Manas”, o mejor dicho, a Buddhi–Manas, en el citado “Ego espiritual”. En consecuencia, podemos tachar de incorrecto todo ello.

Para evitar en adelante esos errores, mi idea es traducir literalmente los equivalentes de los términos ocultos orientales, y proponer que se empleen en lo sucesivo. (Para ver mas ampliamanete ticlear la imagen)



El “principio” restante, Pranâ o la “Vida”, es, estrictamente hablando, la fuerza radiante o energía de Âtma –considerado como la Vida Universal y YO ÚNICO–, su aspecto inferior, o mejor dicho, en sus efectos, más físico, porque, en su aspecto manifestado, Pranâ o la Vida compenetra el ser entero del Universo objetivo; y es llamado “ principio” sólo porque es un factor indispensable, y el deus ex machina del hombre viviente.

PREG. Esta división tan simplificada en sus combinaciones, creo responderá mejor a la idea; la otra es demasiado metafísica.

TEÓS. Si tanto los profanos como los teósofos quisiesen aceptarla, resultaría, ciertamente, mucho más fácil de comprender.

47 Transacciones de la London Lodge de la Sociedad Teosófica, núm. 7, octubre, 1885.
48 El “ Ego que se reencarna” o alma humana, como él lo llamaba (el Cuerpo Causal para los vedantinos).
49 La duración de esta “ transferencia “ depende, sin embargo, del grado de espiritualidad de la ex
personalidad del ego desencarnado. Para aquellos cuyas vidas fueron muy espirituales, esa transferencia,
aunque gradual, es muy rápida. La duración es mayor tratándose de los que están inclinados a la materia.
50 “Confusión de términos metafísicos” se aplica aquí únicamente al cambio de equivalentes, traducidos
de las expresiones Orientales; hasta hoy día jamás han existido semejantes términos en inglés, por lo que
cada teósofo ha tenido que crear sus propios términos para expresar su idea. Ya es tiempo, por lo tanto,
de fijar una nomenclatura definitiva.

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