PREG. ¿No es, pues, la Sociedad Teosófica una organización política?

TEÓS. Seguramente que no. Es internacional en el más elevado sentido, puesto que comprende, entre sus miembros, hombres y mujeres de todas las razas, creencias y opiniones, que trabajan unidos por el mismo objeto: el progreso de la humanidad; pero como Sociedad no toma parte en ninguna política nacional o de partido, sea cual fuese.

PREG. ¿Por qué?

TEÓS. Precisamente por las razones que acabo de dar. La acción política, además, debe variar necesariamente con las circunstancias y con la idiosincrasia de los individuos; y si bien, por la naturaleza misma de su posición como teósofos, los miembros de la Sociedad Teosófica concuerdan en los principios de la Teosofía, porque de lo contrario no formarían parte de la Sociedad, no se deduce de esto que opinen del mismo modo sobre los demás asuntos. Como Sociedad, sólo pueden obrar juntos en materias que son comunes a todos, esto es, en lo que se refiere a la Teosofía; como individuos, cada cual es perfectamente dueño de seguir su línea particular de acción y opinión política, siempre que no esté en oposición con los principios teosóficos o perjudique a la Sociedad Teosófica.

PREG. Pero ¿no se desentenderá, claro está, la Sociedad Teosófica de las cuestiones sociales que con tanta fuerza se vienen imponiendo?

TEÓS. Los principios mismos de la Sociedad Teosófica son una prueba de que ésta, o mejor dicho, muchos de sus miembros, no se desentienden de aquéllas. Si sólo vigorizando ante todo las leyes fisiológicas más legítimas y científicas es posible el desarrollo mental y espiritual de la humanidad. deber de todos los que luchan por ese progreso es hacer todo cuanto puedan para que aquellas leyes se apliquen de una manera general. Bien saben todos los teósofos que, por desgracia, especialmente en los países occidentales, el estado social de las masas hace imposible educar como es debido su cuerpo y su espíritu, lo que es causa de que el desarrollo de ambos esté paralizado. Como esa educación y desarrollo es uno de los objetos expresos de la Teosofía, la Sociedad Teosófica simpatiza y concuerda enteramente con todo
verdadero esfuerzo en este sentido.

PREG. ¿Pero qué entendéis por “verdaderos esfuerzos”? Todo reformador social posee su panacea especial, y cada uno cree que sólo la suya puede mejorar y salvar la humanidad.

TEÓS. Eso es perfectamente exacto, y éste es el verdadero motivo que hace sea tan poco satisfactoria la obra social llevada a cabo. No existe realmente en la mayor parte de esas panaceas ningún principio que sirva de guía y, con seguridad, ni uno solo que las una a todas entre sí. De este modo se está perdiendo un tiempo y una energía preciosos; porque los hombres, en vez de ayudarse luchan unos contra otros, muchas
veces quizá para alcanzar fama y recompensa, más que por la gran causa de que se declaran defensores sinceros, y que debiera ser suprema en su vida.

PREG. ¿Cómo deben aplicarse los principios teosóficos a fin de que la cooperación social pueda fomentarse, y aplicarse los verdaderos esfuerzos al mejoramiento de la Sociedad?

TEÓS. Permitidme que os recuerde cuáles son esos principios: Unidad y Causalidad universales, Solidaridad Humana, Ley de Karma, Reencarnación. Éstos son los cuatro eslabones de la cadena dorada que debiera unir a la humanidad, formando así una sola familia, una Fraternidad universal.

PREG. ¿Cómo?

TEÓS. En el estado presente de la sociedad, particularmente en los países llamados civilizados, tropezamos continuamente con grandes masas que sufren por efecto de la miseria, de la pobreza y de las enfermedades. Sus condiciones físicas son miserables, y sus facultades mentales y espirituales, a menudo inactivas. Por otra parte, muchas personas que ocupan el extremo opuesto de la escala social viven indiferentes, entregadas al lujo material y a la complacencia egoísta. Ninguna de esas formas de existencia es hija de la pura casualidad. Ambas son efecto de las condiciones que rodean a los que están sujetos a ellas; y el abandono del deber social, por un lado, está en relación muy íntima con el interrumpido progreso, por el otro. En Sociología, como en todos los ramos de la verdadera ciencia, la ley de causalidad universal es exacta.

Pero esa causalidad implica necesariamente, como resultado lógico, la solidaridad humana, en la que tanto insiste la Teosofía. Si la acción de una persona se deja sentir en la vida de todos los demás, y ésta es la verdadera idea científica, entonces sólo convirtiéndose los hombres en hermanos, y practicando todos diariamente la verdadera hermandad, es como podrá alcanzarse la real solidaridad humana, en que radica la perfección de la raza. Esta acción mutua, esta verdadera hermandad, en la que cada uno debe vivir para todos y todos para uno, es uno de los principios teosóficos fundamentales, que todo teósofo debiera obligarse, no sólo a enseñar, sino a aplicar prácticamente en su vida.

PREG. Todo esto, como principio general, me parece muy bien; pero ¿cómo podrá aplicarse de un modo concreto?

TEÓS. Observad, por un momento, lo que llamaríais los hechos concretos de la sociedad humana. Comparad, no sólo la vida de la masa del pueblo, sino la de muchos de las llamadas clase media y superior, y pensad lo que pudiera ser bajo condiciones más sanas y nobles, en que dominasen por completo la justicia, la benevolencia y el amor, en vez del egoísmo, la indiferencia y la brutalidad que ahora, con harta frecuencia, parecen reinar en absoluto. Todas las cosas buenas y malas de la humanidad tienen su origen en el carácter humano, y este carácter es y ha sido condicionado por la interminable cadena de la causa y el efecto. Pero esto se aplica tanto al futuro como al presente y al pasado. El egoísmo, la indiferencia y la brutalidad no pueden ser nunca el estado normal de la raza humana; creerlo así sería desesperar de la humanidad, y esto no puede hacerlo ningún teósofo. El progreso puede alcanzarse, pero sólo es posible por medio del desarrollo de las cualidades más nobles. Ahora bien; la verdadera evolución nos enseña que alterando el medio ambiente del organismo podernos alterar y mejorar éste; y en el sentido más estricto, esto es cierto con respecto al hombre.
Todo teósofo por consiguiente, está obligado a hacer cuanto le sea posible para contribuir a todo esfuerzo social razonable que tenga por objeto el mejoramiento de las condiciones de los pobres. Estos esfuerzos deben tener como fin la emancipación social de aquellos; o el desarrollo del sentimiento del deber, en los que ahora lo olvidan con tanta frecuencia en casi todos los actos de la vida.

PREG. Concedido. Mas, ¿quién decidirá de la bondad de esos esfuerzos sociales?

TEÓS. Ninguna persona y ninguna sociedad pueden sentar regla absoluta alguna respecto a este punto. El juicio individual tendrá necesariamente que decidir, en muchos casos. Sin embargo, puede apelarse a una piedra de toque, y es que la acción propuesta tienda a promover aquella verdadera hermandad, que es el objeto de la Teosofía. Seguramente que ningún teósofo sincero tendrá gran dificultad en aplicarla; y una vez satisfecho del resultado, su deber consistirá en encauzar en ese sentido la opinión pública. Esto solamente puede lograrse inculcando aquellos elevados y nobles conceptos de los deberes públicos y privados que forman la base de todo progreso espiritual y material. Sean cuales fueren las circunstancias, el teósofo debe ser un centro de acción espiritual, y de él y de su vida diaria deben emanar fuerzas espirituales elevadas, únicas que pueden regenerar a sus semejantes.

PREG. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿No están, tanto él como todos los demás, condicionados por su Karma, según enseñáis, y no debe necesariamente obrar Karma dentro de ciertos límites?

TEÓS. Esa ley misma del Karma es la que presta fuerza a todo cuanto acabo de decir. El individuo no puede separarse de la raza, ni la raza del individuo. La ley de Karma se aplica a todos por igual, aunque no todos están igualmente desarrollados. Ayudando al desarrollo de los demás, cree el teósofo que no sólo los ayuda a cumplir su karma, sino que también él, en el sentido más estricto, está cumpliendo el suyo. El desarrollo de la humanidad, de la que todos somos parte integrante, es lo que siempre se propone; y sabe que cualquier falta de su parte en responder a lo más elevado de su ser no sólo lo retrasa a él en su marcha progresiva, sino a todos los demás. Puede hacer con sus acciones que sea más difícil o más fácil para la humanidad alcanzar el próximo plano más elevado del ser.

PREG. ¿Cómo se relaciona esto con el cuarto principio de que habéis hablado, o sea con la Reencarnación?

TEÓS. La relación es muy íntima. Si nuestra vida presente depende del desarrollo de ciertos principios, que son producto de los gérmenes que una existencia anterior nos dejó, la ley es exacta en cuanto al futuro. Una vez bien comprendida la idea de que la causalidad universal no es puramente presente, sino pasada, presente y futura, y que cada acción halla en nuestro plano el lugar que naturalmente le corresponde, se verá su verdadera relación con nosotros y con los demás. Cada acción mezquina y egoísta nos impulsa hacía atrás y no hacia adelante, y todo pensamiento noble y todo acto generoso son escalones que conducen a los planos más elevados y gloriosos del ser. Si esta vida lo fuese todo, entonces, por muchos conceptos, sería bien pobre y despreciable, mas, considerada como una preparación para la esfera inmediata de existencia, puede servir de puerta dorada por la que podemos entrar no solos y egoístamente, sino en compañía de nuestros semejantes, en los palacios del más allá.

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