EL MITO DEL ETERNO RETORNO ARQUETIPOS Y REPETICIÓN Parte III- “DESDICHA” E
“HISTORIA” “NORMALIDAD” DEL SUFRIMIENTO
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Con este capítulo quisiéramos abordar la vida humana y la “existencia
histórica” desde un nuevo punto de vista. El hombre arcaico —ya lo hemos
visto— in...
PREG. ¿Se aplica en la Sociedad algún sistema de ética?
TEÓS. Bastante clara y fácil es la nuestra para el que quiera seguirla. Es la esencia de la ética del mundo, sacada de las enseñanzas de todos los grandes reformadores del Universo. En ella veréis representados a Confucio y Zoroastro, Lao–Tse y el Bhagavat–Gîtâ, los preceptos de Gotama Buddha y Jesús de Nazaret, de Hillel y su escuela; así como los de Pitágoras, Sócrates, Platón y sus respectivas escuelas.
PREG. ¿Siguen los miembros de la Sociedad esos preceptos? Tengo entendido que existen grandes disensiones y disputas entre ellos.
TEÓS. Es muy natural; pues aunque la reforma, en su estado actual, puede considerarse como nueva, los hombres y las mujeres que hay que reformar no son sino las mismas naturalezas humanas pecadoras de los tiempos pasados. Como ya se dijo, son pocos los miembros activos, celosos y ardientes; pero muchos son los sinceros y bien dispuestos que tratan de sostener lo mejor que pueden los ideales de la Sociedad y los suyos propios. Es deber nuestro el ayudar a los miembros, individualmente, en el progreso intelectual, moral y espiritual, y no censurar o condenar a los que yerran y fracasan. No tenemos, estrictamente hablando, derecho para negar la admisión a persona alguna especialmente en la Sección Esotérica de la Sociedad en la cual “el que entra es igual a un recién nacido”. Pero si cualquier miembro, a pesar de sus compromisos sagrados, contraídos bajo su palabra de honor y en nombre del “Yo” inmortal, sigue después de ése “nuevo nacimiento” con los vicios y defectos de la antigua vida, tolerándolos y satisfaciéndolos no obstante pertenecer a la Sociedad, entonces, naturalmente, es más que probable que se le pondrá en el trance de adimitir o, en caso de negarse a ello, será expulsado. Tenemos reglas estrictas para tales circunstancias.
PREG. ¿Podéis citar algunas de ellas?
TEÓS. Sí. Ningún miembro de la Sociedad, sea exotérico o esotérico, tiene derecho a imponer sus opiniones personales a otro miembro. Ésta es una ofensa contra la Sociedad en general. Respecto a la Sección Interior, llamada ahora Esotérica, la siguiente regla ha sido presentada y adoptada desde el año 1880: “No podrá ningún hermano, servirse para su uso egoísta, de ningún conocimiento que se le comunique por cualquier miembro de la primera sección (actualmente, “un grado” superior), siendo la violación de esta regla castigada con la expulsión”. Antes que puedan ser comunicados esos conocimientos, ha de comprometerse el aspirante, bajo juramento solemne, a no usarlos con miras egoístas, ni a revelar nada de lo que se le ha confiado, si no está autorizado para ello.
PREG. ¿Pero puede una persona expulsada de la Sección, o dimisión, revelar lo que pueda haber aprendido o violar cualquier cláusula del compromiso adquirido?
TEÓS. No, ciertamente. Su expulsión o dimisión sólo la relevan de la obligación de obediencia al maestro, y de tomar parte activa en la obra de la Sociedad; pero no seguramente del sagrado compromiso del secreto.
PREG. ¿Es esto razonable y justo?
TEÓS. Seguramente. Para todo hombre o mujer dotado aun del mínimo sentimiento del honor, su promesa del secreto, tomada bajo su palabra de honor, y mucho más, en nombre de su Yo superior (el Dios interno), es inviolable mientras viva. Y aunque pueda dejar de formar parte de la Sección y de la Sociedad, ningún hombre o mujer dignos pensará en atacar o perjudicar a una corporación a que pertenecen en virtud de semejante compromiso.
PREG. Sin embargo, ¿no es esto extremar las cosas?
TEÓS. Puede que sí, teniendo en cuenta la relajación de estos tiempos y de la moral; mas si la promesa no fuera firme, ¿qué necesidad habría de compromiso alguno?
¿Cómo puede uno aspirar a que se lo instruya en la ciencia secreta, si ha de quedar en libertad de eximirse cuando le plazca de todas las obligaciones que se ha impuesto?
¿Qué seguridad, confianza o crédito podrían existir jamás entre los hombres, si compromisos tales no hubiesen de tener valor o fuerza real alguna? Creedme; la ley de retribución (Karma) daría su merecido muy pronto a aquel que de tal modo quebrantase su compromiso; tan pronto, quizás, como se manifestaría el desprecio de todo hombre honrado, hasta en este mismo plano físico. Como dice muy bien el Path,julio 1889 (Nueva York), respecto a este asunto: “Una vez adquirido un compromiso, nos obliga para siempre en el mundo moral y en el mundo oculto. Si alguna vez lo violamos y sufrimos las consecuencias, esto no nos justifica para violarlo de nuevo; y siempre que así lo hagamos, reaccionará sobre nosotros la poderosa balanza de la Ley (de Karma).
PREG. ¿Queréis ahora explicar los medios por los cuales os proponéis llevar a cabo el segundo objeto?
TEÓS. Reuniendo para la biblioteca de nuestro Centro General de Adyar, Madrás (y los miembros de las Ramas para sus bibliotecas locales), todas las mejores obras que podamos, acerca de las religiones del mundo. Presentando por escrito informes correctos sobre las varias filosofías, tradiciones y leyendas antiguas, y difundiéndolas prácticamente por medio de la traducción y publicación de obras originales de valor, extractos y comentarios sobre las mismas, e instrucciones orales de personas versadas en sus respectivos conocimientos.
PREG. ¿Y acerca del tercer objeto, el de desarrollar en el hombre sus poderes latentes, espirituales o psíquicos?
TEÓS. También debe éste llevarse a cabo por medio de publicaciones, en los puntos donde no son posibles las reuniones y enseñanzas personales. Nuestro deber es conservar vivas en el hombre sus intuiciones espirituales. Oponernos y combatir, después de la debida investigación y prueba de su naturaleza irracional, la superstición en todas sus formas, religiosa, científica o social, y la hipocresía sobre todo, sea como espíritu religioso de secta o como creencia en milagros o cualquier cosa sobrenatural.
Lo que hemos de tratar de conseguir es el conocimiento de todas las leyes de la naturaleza, y difundirlo. Fomentar, el estudio de esas leyes menos comprendidas por la gente moderna, las llamadas Ciencias Ocultas, basadas en el verdadero conocimiento de la Naturaleza, en vez de serlo como al presente, en creencias supersticiosas, fundadas en la le ciega y en la autoridad. Aunque fantásticos, a veces los conocimientos y tradiciones populares, después de depurados, pueden llevarnos al descubrimiento de
importantes secretos de la Naturaleza, perdidos hace mucho tiempo.
La Sociedad, por lo tanto, al seguir esa línea de investigación, espera ensanchar el campo de la observación científica y filosófica.
PREG. ¿Cómo?
TEÓS. Demostrando sencillamente, en el terreno lógico, filosófico, metafísico y hasta científico, que:
a) Todos los hombres tienen espiritual, y físicamente el mismo origen; lo que constituye la doctrina fundamental de la Teosofía.
b) Que teniendo la humanidad una misma y única esencia, y siendo esa esencia una –infinita, increada y, eterna, ya la llamemos Dios o Naturaleza–, nada, por lo tanto, puede afectar a una nación o a un hombre sin afectar a todas las demás naciones y a todos los demás hombres. Tan cierto y obvio es esto, como que una piedra tirada en un estanque pondrá en movimiento pronto o tarde toda gota de agua en él contenida.
PREG. Pero ésta no es la doctrina de Cristo, sino más bien una noción panteísta.
TEÓS. Aquí es donde os equivocáis. Es puramente Cristiana, aunque no Judaica, y, por consiguiente, quizás prefieran ignorarla las naciones Bíblicas.
PREG. Ésta es una acusación injusta. ¿Dónde están vuestras pruebas?
TEÓS. Están a la mano. Se atribuyen a Cristo estas palabras: “Amaos los unos a los otros” y “Amad a vuestros enemigos, pues si solo amáis a aquellos que os amen, ¿qué mérito tenéis? ¿Acaso los publicanos 11 mismos no lo hacen? Y si sólo saludáis a vuestros hermanos, ¿qué más hacéis que los demás? ¿No lo hacen acaso los mismos publícanos?” Éstas son las palabras de Cristo.
Pero el Génesis IX, 25, dice: “Maldito sea Canaán; siervo de los siervos será entre sus hermanos”. Y la gente Cristiana, pero Bíblica, prefiere la ley de Moisés a la ley amorosa de Cristo. Basan en el Antiguo Testamento, que se presta a todas sus pasiones, sus leyes de conquista, anexión y tiranía, respecto de las razas que llaman inferiores. Sólo la historia puede darnos una idea, aunque imperfecta, de los crímenes, cometidos con el apoyo de ese pasaje infernal del Génesis (tomado al pie de la letra)12.
PREG. Habéis dicho que la identidad de nuestro origen físico, está probada por la ciencia, y la de nuestro origen espiritual por la Religión de la Sabiduría. Sin embargo, no dan muestras los Darwinistas de afección fraternal muy grande.
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11 Publicanos, considerados como ladrones y rateros en aquellos tiempos.
Tanto el nombre como la profesión de publicano eran entre los judíos las cosas más odiosas de este mundo. No se les permitía penetrar en el templo, y Mateo (XVIII, 17 )habla de un pagano y de un publicano como de cosas idénticas. Sin embargo, eran tan solo los recaudadores de impuestos romanos, y ocupaban la misma posición que los empleados oficiales ingleses, en la India y en otros países conquistados, ocupan hoy día.
12 “Al fin de la Edad Media, la esclavitud, dominada por fuerzas morales,había desaparecido
de Europa en general; pero ocurrieron dos acontecimientos importantes, que anularon al poder moral que obraba sobre la sociedad europea, y dieron rienda suelta a una serie de calamidades tales, que casi puede decirse que jamás se han conocido otras mayores.
Uno de esos acontecimientos fue el primer viaje a una costa populosa y bárbara, donde los seres humanos eran un artículo usual de tráfico; y el otro, el descubrimiento de un Nuevo Mundo, en el que se abrieron veneros de riqueza, para cuya explotación sólo faltaba llevar brazos que trabajasen. Durante cuatrocientos años, hombres, mujeres y niños eran separados de todos los que conocían y amaban, y se los vendían en las costas de África a traficantes extranjeros; se los cargaba de cadenas en la sentina de los buques (encerrando juntos a menudo a los vivos y los muertos durante horribles travesías); y según Bancroff, historiador imparcial, de tres millones y pico de seres, doscientos cincuenta mil fueron arrojados al agua durante aquella época, mientras que el resto era condenado a indecible miseria y sufrimiento cruel en las minas, o a gemir bajo el látigo en los cañaverales y arrozales. La culpabilidad de este gran crimen recae sobre la Iglesia Cristiana. ”En nombre de la Santísima Trinidad” el Gobierno español firmó más de diez tratados autorizando la venta de quinientos mil seres humanos. En 1562 Sir John Hawkins se hizo a la mar para emprender el viaje infernal que tenía por objeto comprar esclavos en África para venderlos en las Indias Occidentales, en un buque que llevaba el nombre sagrado de Jesús; e Isabel, la reina Protestante, lo recompensó por su éxito en esta primera aventura de los ingleses en aquel inhumano tráfico, autorizándolo a llevar como escudo de armas “un medio moro en su color natural, ligado con una cuerda”, o en otras palabras, a un esclavo negro encadenado.” (Conquistas de la Cruz. – Tomado de Agnostic Journal).
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TEÓS. Precisamente. Esto es lo que demuestra la deficiencia de los sistemas materialistas, y prueba que nosotros, los Teósofos, tenemos razón. La identidad de nuestro origen físico no alcanza ni estimula nuestros sentimientos más elevados y profundos. Privada de su alma y espíritu, o de su esencia divina, la materia no puede hablar al corazón humano. Pero una vez probada, y grabada profundamente en nuestros corazones, la identidad del alma y del espíritu del hombre real, inmortal, según nos enseña la Teosofía, esto nos conducirá lejos en el camino de la verdadera caridad y buen deseo fraternales.
PREG. Mas, ¿cómo explica la Teosofía el origen común del hombre?
TEÓS. Enseñando que la raíz de toda la naturaleza, objetiva y subjetiva, y todo en el Universo, visible o invisible, es, era y será siempre una esencia absoluta de la que todo parte y a la que todo vuelve. Ésta es la filosofía Aria, representada por completo tan sólo por los Vedantinos y el sistema Buddhista.
Con este fin, es deber de todos los Teósofos fomentar por todos los medios prácticos y en todas las naciones la difusión de la educación antisectaria.
PREG. ¿Qué recomiendan, además de esto, los estatutos de la Sociedad a sus miembros? Me refiero al plano físico.
TEÓS. La organización de la sociedad descrita por Eduardo Bellamy en su magnífica obra Looking Backwards (Mirando atrás), representa admirablemente la idea teosófica respecto a cuál habría de ser el primer gran paso hacia la completa realización de la fraternidad universal. El estado de cosas que describe no alcanza la perfección, porque aún existe y obra el egoísmo en el corazón de los hombres. Pero, en general, el egoísmo y el individualismo han sido dominados por el sentimiento de solidaridad y fraternidad
mutuos; y el plan de vida descrito en la obra reduce a un mínimum las causas que tienden a crear y alimentar el egoísmo.
PREG. ¿De modo que, como Teósofos, tomaríais parte en todo esfuerzo que tendiese a
la realización de semejante ideal?
TEÓS. Ciertamente; y lo hemos probado con hechos. ¿No habéis oído hablar de los Clubes y del partido Nacionalista, que han surgido en América desde la publicación de la obra de Bellamy? Van ganando terreno cada día, y con el tiempo irán ganando más y más. Pues bien; esos clubes y ese partido fueron creados al principio por Teósofos. Uno de los primeros, el Club Nacionalista de Boston (Massachussets), tiene dos Teósofos por Presidente y Secretario, y la mayoría de su consejo ejecutivo pertenece a la Sociedad Teosófica. En la constitución de todos los clubes y en la del partido que están formando, la influencia Teosófica y de la Sociedad es franca y abierta, porque toman todos como base, como primero y fundamental principio, la Fraternidad humana, tal como la enseña la Teosofía.
En su declaración de Principios, dicen: “El principio de la Fraternidad es una de las verdades eternas que dirigen el progreso del mundo por caminos que distinguen la naturaleza humana de la naturaleza del bruto”. ¿Qué más teosófico que esto? Pero no basta. Lo que es necesario también es grabar en los hombres la idea de que si el origen de la humanidad es uno, debe entonces haber igualmente una verdad común en todas las diferentes religiones, excepto en la judía, puesto que ni en la KábaIa misma se encuentra expresada.
PREG. Esto se refiere al origen común de las religiones, y aquí puede que tengáis razón.
Pero, ¿cómo puede aplicarse a la Fraternidad práctica en el plano físico?
TEÓS. Primero, porque lo que es verdad en el plano metafísico, también debe serlo en el físico. Segundo, porque no existe causa más poderosa de odio y disputas que las diferencias religiosas. Cuando una parte de la humanidad se cree única poseedora de la verdad absoluta, es muy natural que considere a su vecino sumido en el error o en poder del Diablo. Mas, conseguir demostrar que nadie posee toda la verdad, sino que las distintas ideas se complementan mutuamente; que la verdad completa sólo puede encontrarse en la unión de las diversas opiniones, después de haber sido eliminado todo lo falso de cada una de ellas: entonces, la verdadera fraternidad, en religión, podrá ser un hecho. Lo mismo puede aplicarse al mundo físico.
PREG. Os ruego desarrolléis más vuestra idea.
TEÓS. Tomad un ejemplo. Una planta se compone de raíz, tronco, tallos y hojas. Del mismo modo, la humanidad, como un todo, es el tronco que procede de la raíz espiritual; el tronco es la unidad de la planta. Atacado el tronco, es evidente que cada rama y cada hoja se ha de resentir. Así sucede con la humanidad.
PREG. En efecto; pero si sólo se ataca una hoja o una rama, no se daña a toda la planta.
TEÓS. ¿De manera que creéis que perjudicando a un hombre no perjudicáis a la humanidad? ¿Ignoráis que hasta la ciencia materialista enseña que cualquier perjuicio, por ligero que sea, causado a una planta, ha de afectar por completo a su futuro desarrollo? Estáis, por lo tanto, en un error, y la analogía es perfecta. No tenéis en cuenta el hecho de que puede a menudo resentirse todo el cuerpo de resultas de una cortadura en un dedo e influir en todo el sistema nervioso; y he de haceros presente que puede haber otras leyes espirituales que operen sobre las plantas y los animales, así como sobre la humanidad; si bien, como no reconocéis su acción en plantas y animales, podéis negar su existencia.
PREG. ¿A qué leyes os referís?
TEÓS. Las llamamos leyes kármicas; pero no podréis comprenderla significación completa del término a no ser que estudiéis Ocultismo. Mi argumento, sin embargo, no se apoyaba en la suposición de esas leyes, sino solamente en la analogía de la planta. Extended esa idea, aplicadla universalmente, y pronto veréis que en la filosofía verdadera cada acción física tiene su efecto moral y eterno. Perjudicad a un hombre, causándole un daño corporal; pensaréis que su pena y su sufrimiento no pueden en modo alguno afectar a sus prójimos, y mucho menos a hombres de otras naciones. Nosotros afirmamos que si lo hará a su debido tiempo. Decimos, por consiguiente, que mientras cada hombre no comprenda y acepte, como una verdad axiomática, que perjudicando a otro nos perjudicamos, no sólo a nosotros mismos, sino, a la larga, a toda la humanidad, no son posibles en la tierra sentimientos fraternales, tales como los que predicaron todos los grandes Reformadores, sobre todo Buddha y Jesús.
PREG. ¿Cuáles son los fines de la Sociedad Teosófica?
TEÓS. Son tres, desde su comienzo:
1º) Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de la Humanidad, sin distinción de raza, color, sexo o credo.
2º) Fomentar el estudio de las Escrituras, de las Religiones y las Ciencias del Mundo, tanto Arias como las otras, y reivindicar la importancia de la antigua literatura Asiática y principalmente de las filosofías Brahmánica, Buddhista y Zoroastriana.
3º) Investigar los misterios ocultos de la Naturaleza bajo todos los aspectos posibles, y los poderes psíquicos y espirituales latentes, especialmente en el hombre. Tales son, en líneas generales, los tres objetos
principales de la Sociedad Teosófica.
PREG. ¿Podéis darme informes más detallados respecto de los mismos?
TEÓS. Podemos dividir cada uno de esos tres objetos en tantas cláusulas como fuesen necesarias.
PREG. Empecemos, en tal caso, por la primera, ¿De qué medios os valdréis para despertar semejante sentimiento de fraternidad entre razas completamente distintas en sus religiones, costumbres, creencias y modo de pensar?
TEÓS. Permitidme añadir lo que, según parece, no quisierais expresar. Sabemos ciertamente que, excepto cuando dos restos de razas –los Parsis y los Judíos–, toda nación está en discordia, no sólo contra todas las otras naciones, sino hasta dentro de ella misma. Esto lo encontramos sobre todo en las llamadas naciones Cristianas civilizadas. De ahí proviene vuestra extrañeza, y la razón por la cual nuestro primer objeto os parece una utopía. ¿No es cierto?
PREG. Es verdad; pero ¿qué podéis decir contra esto?
TEÓS. Nada contra el hecho; pero mucho sobre la necesidad de atajar las causas que hacen que la Fraternidad Universal sea en el presente una utopía.
PREG. ¿Cuáles son, según vuestra opinión, esas causas?
TEÓS. Primero, y sobre todo, el egoísmo propio de la naturaleza humana. En vez de combatirse ese egoísmo, cada día adquiere mayor fuerza; y es estimulado por la educación religiosa actual, convirtiéndose en un sentimiento feroz e irresistible, que dicha educación no solamente tiende a fomentar, sino a justificar positivamente. Las ideas de las gentes respecto al bien y al mal han sido pervertidas por completo por la
aceptación literal de la Biblia Hebraica. Todo el desinterés de las doctrinas altruistas de Jesús se ha convertido en tema puramente teórico para la oratoria del púlpito, mientras que los preceptos de egoísmo práctico enseñados en la Biblia Mosaica, contra los que el Cristo predicó tan en vano, se han incrustado en la vida más íntima de las naciones occidentales. “Ojo por ojo y diente por diente” ha venido a ser la primera
máxima de sus leyes. Pues bien; declaro abiertamente, y sin temor, que sólo la Teosofía puede extirpar la perversidad de esa doctrina, así como la de tantas otras.
PREG. Entiendo hasta cierto punto las doctrinas teosóficas; pero observo que son mucho más complicadas y metafísicas que las del espiritismo o las ideas religiosas corrientes. ¿Podéis explicarme cómo ha despertado este sistema de la Teosofía, que defendéis, tanto interés y tanta animosidad al mismo tiempo?
TEÓS. Creo que existen varias razones para ello. Entre otras causas que pueden citarse, figura primeramente la gran reacción que existe, hija de las groseras teorías materialistas que hoy prevalecen entre los hombres de ciencia. En segundo lugar, el descontento general respecto de la teología artificial de las diferentes Iglesias Cristianas, y el número cada vez mayor de sectas que se combaten unas a otras. Tercero, una percepción creciente del hecho de que las creencias que se contradicen tan evidentemente unas a otras, no pueden ser verdaderas, y que pretensiones no comprobadas no pueden ser reales. A esa natural desconfianza en las religiones convencionales hay que añadir el fracaso completo de las mismas, en cuanto a la conservación de la moral y la purificación de la sociedad y de las masas. Cuarto, la
convicción en muchos, y el saber en algunos, de que debe existir en alguna parte un sistema filosófico y religioso que ha de ser científico y no solamente especulativo.
Finalmente, la creencia de que quizás tal sistema haya de buscarse en doctrinas que se anticiparon con mucho a toda, fe moderna.
PREG. Mas ¿cómo ha venido ese sistema a revelarse precisamente ahora?
TEÓS. Porque precisamente ahora encontraron ocasión propicia y preparada la época para ello; lo que se prueba por el decidido esfuerzo y el empeño de tantos ardientes escritores y sabios en alcanzar la verdad, cueste lo que cueste y en cualquier parte que
eso oculta. Teniendo esto en consideración, los depositarios de la misma permitieron que algunas partes de esa verdad, al menos, fuesen divulgadas. Si se hubiese diferido la formación de la Sociedad Teosófica para unos cuantos años más adelante, una mitad de las naciones civilizadas sería a estas horas materialista declarada, y antropomorfista y fenomenalista la otra mitad.
PREG. ¿Hemos de considerar a la Teosofía en algún modo como una revelación?
TEÓS. De ninguna manera, ni siquiera en el sentido de una velación de algunos seres superiores, sobrenaturales, o al menos, sobrehumanos; sino solamente en el sentido de un “descubrimiento” de antiguas, muy antiguas verdades, ante inteligencias hasta ahora ignorantes de las mismas; ignorantes hasta de la existencia y conservación de tal ciencia arcaica 10.
PREG. Habéis hablado de “animosidad.” Si la verdad es tal como la representa la Teosofía, ¿por qué ha encontrado tanta oposición y poca aceptación en general?
TEÓS. Por muchas y diversas razones, una de las cuales consiste en el odio que sienten los hombres a las “innovaciones”, como suelen llamarlas. El egoísmo es esencialmente conservador, y odia que lo molesten. Prefiere la mentira fácil y cómoda, a la verdad más grande, si requiere esta última un sacrificio personal, por insignificante que sea. Grande es el poder de la inercia mental cuando se trata de algo que no produzca un beneficio y recompensa inmediatos. Nuestra época es eminentemente antiespiritual y práctica. Además, hay que tener en cuenta la índole especial de las
enseñanzas Teosóficas; la naturaleza eminentemente abstracta de sus doctrinas,
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10 Está de moda, particularmente desde hace poco tiempo, ridiculizar la noción de que haya existido nunca otra cosa más que impostura sacerdotal en los misterios de pueblos grandes y civilizados, como lo fueron los Egipcios, los Griegos o los Romanos. Preténdese que hasta los Rosacruces mismos eran una especie de lunáticos y de impostores. Numerosos libros se han escrito acerca de ellos; y principiantes que apenas conocían ese nombre pocos años antes, se han presentado como grandes críticos y gnósticos,
acerca de la Alquimia, de los filósofos del fuego y del misticismo en general. Se sabe, sin embargo, que una larga serie de Hierofantes de Egipto, de la India, de Caldea y de Arabia, así como los más grandes filósofos y sabios de Grecia y del occidente, incluyeron bajo la designación de Sabiduría y Ciencia Divina todo conocimiento, porque consideraban la base y el origen de todo arte y ciencia como esencialmente divino. Platón tenía por sacratísimos a los misterios; y Clemente de Alejandría, que había sido iniciado
en los misterios Eleusinos, declaró que” las doctrinas que en ellos se enseñaban contenían la meta de todo saber humano.” ¿Eran Platón y Clemente dos impostores, dos locos, o ambas cosas a la vez?
algunas de las cuales contradicen abiertamente muchas extravagancias humanas tenidas en aprecio por los sectarios, y que han penetrado en el corazón mismo de las creencias populares. Si a todo esto se agregan los esfuerzos personales y la gran pureza de vida exigidos a los que aspiran a figurar entre los discípulos del círculo interior, y la clase muy limitada de personas a las que atrae un código o reglamento enteramente desinteresado y altruista, se comprenderá fácilmente por qué está destinada la Teosofía a una labor tan lenta y tan ruda. Es esencialmente la filosofía de los que sufren y han perdido toda esperanza de encontrar alivio y socorro en las luchas de la vida, por ningún otro medio. Además, la historia de todo sistema de creencias o moral recientemente introducido en suelo extranjero demuestra que sus comienzos son siempre combatidos por todos los medios y obstáculos que tanto el oscurantismo como el egoísmo pueden sugerir. “La corona del innovador es, en verdad, una corona de espinas. No pueden echarse por tierra sin peligro alguno los antiguos y ruinosos edificios.”
PREG. Todo esto se refiere más bien a la filosofía y ética de la Teosofía. ¿Podéis darme una idea general de la Sociedad Teosófica, su objeto y estatutos?
TEÓS. Jamás se ha guardado secreto sobre ello. Preguntad y contestaré con exactitud.
PREG. He oído decir que estabais ligados por compromisos o juramentos.
TEÓS. Sólo en la Sección “Esotérica” o Secreta.
PREG. También he oído que algunos miembros, después de haberse dado de baja, no se consideraban como ligados por aquellos. ¿Pueden hacerlo?
TEÓS. Esto demuestra que su concepto del honor es un concepto imperfecto. ¿Cómo pueden hacerlo? Como dice muy bien el Path (Sendero), nuestro órgano teosófico en Nueva York, respecto a un caso análogo: “Supóngase que se forma consejo de guerra a un soldado por faltar al juramento y a la disciplina, y que es expulsado del servicio. Lleno de rabia ante el castigo merecido, cuyas consecuencias no ignoraba, por haber sido claramente advertido de las mismas, el soldado se pasa al enemigo y le da informes cual espía y traidor, para vengarse del que era su jefe, pretendiendo quedar relevado del juramento de lealtad a su causa, por efecto del castigo que se le impusiera”. ¿Creéis que tiene razón, que está justificado? ¿No opináis que merece se lo considere como un hombre sin honor, como un cobarde?
PREG. Tal creo; pero otros piensan de distinto modo.
TEÓS. Tanto peor para ellos. Pero hablaremos de este asunto más adelante.
PREG. ¿Pero no creéis en el Espiritismo?
TEÓS. Si por “Espiritismo” os referís a la explicación que dan los Espiritistas de algunos fenómenos anormales, declaramos decididamente, en este caso, que no. Ellos sostienen que todas esas manifestaciones son producidas por los “espíritus” de los muertos, sus parientes generalmente, que vuelven a la tierra, según dicen, para comunicarse con los que han querido o con aquellos a quienes les une el afecto.
Negamos este punto en absoluto. Afirmamos que los espíritus de los muertos no pueden volver a la tierra –salvo en casos raros y excepcionales, de los que hablar más adelante–; ni tampoco se comunican con los hombres, excepto por medios enteramente
subjetivos. Lo que aparece objetivamente es tan sólo el fantasma del hombre “ex físico”. Pero creemos decididamente en el Espiritismo psíquico, o por decirlo así, “Espiritual”.
PREG. ¿Negáis también los fenómenos?
TEÓS. No, por cierto; salvo en caso de engaño consciente.
PREG. ¿Cómo los explicáis, pues?
TEÓS. De muchas maneras. No son las causas de tales manifestaciones tan simples como creen los Espiritistas. Ante todo, el deus ex machina de las llamadas “materializaciones” es generalmente el cuerpo astral o “doble” del médium, o bien de
otra persona presente. También es ese cuerpo astral el productor o fuerza activa en las manifestaciones de escritura sobre pizarras, como las de “Davenport”.
PREG. Decís “generalmente”. ¿Qué es lo que produce lo demás entonces?
TEÓS. Depende de la naturaleza de las manifestaciones. A veces los restos astrales, las cáscaras (shells) kamalóquicas de las personalidades que fueron; y otras, los elementales. “Espíritu” es una palabra de múltiple y lato significado. Ignoro, en realidad, lo que entienden por ese término los Espiritistas; pero lo que pretenden, según, nuestro entender, es que los fenómenos físicos son producidos por el Ego que se reencarna, por la “individualidad” espiritual e inmortal. Rechazamos enteramente esa hipótesis. La individualidad consciente de los muertos no puede materializarse, ni
abandonar su propia esfera mental devachánica, para volver al plano de objetividad terrestre.
PREG. Sin embargo, muchas comunicaciones recibidas de los “espíritus” revelan no sólo inteligencia, sino conocimiento de hechos ignorados por el médium, y algunas veces hasta hechos que no están conscientemente presentes en el espíritu del investigador o
de cualquiera de los que componen la reunión.
TEÓS. Esto no prueba necesariamente que la inteligencia y el conocimiento que mencionáis pertenezcan a espíritus o emanen de almas desencarnadas. Ha habido sonámbulos que componían música, poesía y resolvían problemas matemáticos durante su período de éxtasis, sin haber tenido nunca conocimientos de música ni de matemáticas. Otros contestaban inteligentemente a las preguntas que se les dirigían, y en varios casos hasta hablaban idiomas, como el Hebreo y el Latín, que desconocían por completo en estado de vigilia, y todo esto mientras estaban profundamente
dormidos. ¿Sostendréis que esos fenómenos eran producidos por los “espíritus?”
PREG. ¿Cómo explicáis esto?
TEÓS. Afirmamos que, siendo la chispa divina en el hombre una e idéntica en su esencia con el Espíritu Universal, nuestro “Yo espiritual” es prácticamente omnisciente; pero que por los impedimentos de la materia no debe manifestar su saber. Cuanto más desaparezcan esos impedimentos; en otras palabras, CUANTO MÁS SE PARALICE EL CUERPO FÍSICO POR LO QUE TOCA A SU ACTIVIDAD Y CONCIENCIA PROPIAS E INDEPENDIENTES, como en estados de sueño profundo, PROFUNDO ÉXTASIS, o también de enfermedad, más perfectamente podrá manifestarse el Yo interior en este plano. Tal es nuestra explicación acerca de esos fenómenos de un orden elevado verdaderamente asombroso, en los que se muestra una inteligencia y un saber innegables. En cuanto a las manifestaciones de orden inferior, como los fenómenos físicos, las vulgaridades y charlas del consabido “espíritu”, necesitaríamos (para explicar
tan sólo nuestras más importantes doctrinas, con respecto a este punto) más tiempo y espacio del que podemos por ahora dedicar al asunto.
No es nuestro deseo intervenir en las creencias de los Espiritistas, como tampoco en las demás creencias El onus probandi debe recaer en los que creen en los “espíritus”; y actualmente los directores y los más inteligentes e instruidos entre los espiritistas, si bien convencidos aún de que las manifestaciones de orden más elevado tienen por causa las almas desencarnadas, son los primeros en confesar que no todos los fenómenos son producidos por espíritus.
Llegarán gradualmente a reconocer la verdad entera; pero, mientras tanto, no tenemos el derecho ni el deseo de convertirlos a nuestras opiniones, tanto menos cuanto que, en los casos de manifestaciones puramente psíquicas y espirituales, creemos en la comunicación mutua del espíritu del hombre viviente con el de las personalidades
desencarnadas”.
PREG. ¿Es decir, que rechazáis la filosofía del espiritismo in toto?
TEÓS. Si por “filosofía” entendéis sus mal definidas e informes teorías, la rechazamos, en efecto. Mas en realidad no poseen filosofía alguna. Sus mejores, más intelectuales y ardientes defensores así lo dicen. Nadie negará ni podrá negar, excepto algún
materialista ciego de la escuela de Huxley, su fundamental e incontestable verdad, es decir, que los fenómenos se manifiesten por los médiums, dirigidos por fuerzas invisibles e inteligentes. Respecto a su filosofía, permitidme que os lea lo que dice el inteligente editor del Light (la Luz), el defensor más ardiente e ilustrado con que cuentan los espiritistas. He aquí lo que escribe “M. A. Oxon” uno de los muy contados Espiritistas filosóficos, tocante a su falta de organización y ciego fanatismo: “Merece considerarse este punto seriamente, pues la importancia y gravedad del momento es vital.
Poseemos una experiencia y un conocimiento, fuera de los cuales todo otro conocimiento resulta comparativamente insignificante. El espiritista común se irrita si cualquiera se atreve a impugnar su indudable conocimiento del futuro y su absoluta certeza respecto a la vida venidera. Mientras otros hombres han unido sus débiles manos, que tantean en el sombrío y secreto futuro, él marcha audazmente como quien posee un mapa y no duda del camino.
Cuando a otros les ha bastado una piadosa aspiración o se han contentado con una fe hereditaria, él se jacta de saber lo que los otros sólo creen y alardea de que con sus vastos conocimientos puede suplir lo deficiente de las creencias, que hoy agonizan, basadas tan sólo en la esperanza. Es arrogante en sus procedimientos respecto a las esperanzas más caras y predilectas del hombre. Parece decir: “Esperáis en aquello que yo puedo demostrar. Habéis aceptado una creencia tradicional en todo aquello que puedo probar experimentalmente conforme al más estricto método científico. Van decayendo las antiguas creencias; separaos de ellas, pues contienen tanto error como verdad.
Sólo Decimos que en tales casos no son los espíritus de los muertos los que descienden a la tierra, sino los espíritus de los vivos los que ascienden a la región de las Almas Espirituales puras. En realidad no existe ni el ascenso ni el descenso, sino un cambio de estado o condición para el médium. Al paralizarse o entrar en “trance” el cuerpo de éste último, el Ego espiritual se liberta de sus trabas y se encuentra en el mismo plano de conciencia que los espíritus desencarnados. De aquí que si hay alguna atracción espiritual entre éstos y aquel Ego, se pueden entonces comunicar, como sucede a menudo durante el sueño.
La diferencia entre una naturaleza mediumnística y otra no sensitiva es la siguiente: El espíritu del médium, en libertad, tiene facultad y facilidad para influir en los órganos pasivos de su cuerpo físico aletargado, haciéndole actuar, hablar y escribir a voluntad.
El Ego puede hacerle repetir, como un eco, en el lenguaje humano cuyo Ego no tenga una libre correspondencia, durante el sueño de su cuerpo, con aquellos que ha amado y perdido, sin embargo, por razón de lo positivo y no receptivo de su envoltura física y de su cerebro, ningún recuerdo le queda cuando se despierta, salvo a veces alguna idea oscura de un sueño muy vago.
construyendo sobre la base de hecho demostrado es como puede el edificio poseer la solidez y la estabilidad necesarias. Todos los antiguos cultos se derrumban. Huid de ellos para que no os aplasten cogiéndoos en su caída. “Cuando se encuentra uno cara a cara con una persona semejante, ¿qué resulta? Una cosa muy curiosa y poco agradable.
Tan seguro está del terreno que pisa, que no se toma la
molestia de asegurarse de la interpretación de los demás sobre sus hechos. La sabiduría de los siglos se ha cuidado de dar la explicación de lo que con razón considera como probado; pero él no dedica tiempo alguno a su estudio.
Tampoco está completamente de acuerdo con sus hermanos espiritistas. Es aquello de la historia de la vieja Escocesa que junto con su marido formaba una “iglesia”. Tenían ciertas llaves exclusivas para el Cielo, o mejor dicho, ella las guardaba, pues “no tenía mucha confianza en Diego”.
Lo mismo sucede con las sectas Espiritistas, divididas y subdivididas hasta lo infinito, y cuyos individuos no están muy seguros unos de otros”. Además, la experiencia colectiva de la humanidad es unánime en que la unión es la fuerza y la desunión el origen de la debilidad y de los fracasos.
Un puñado de hombres, instruidos y disciplinados, se convierte en un ejército, y cada hombre vale por cien indisciplinados que le hagan frente. En cada departamento del trabajo humano, la organización es sinónima de éxito, de economía de tiempo y fatiga, de beneficio y desarrollo.
La falta de método, de plan; el trabajo inconstante, la energía vacilante y el esfuerzo indisciplinado conducen al completo fracaso. La voz de los siglos atestigua la verdad. ¿Acepta el espiritista el fallo y obra en consecuencia? No, ciertamente. Se rebela contra la organización. Cada uno es ley para sí mismo, y espina para sus vecinos” (Light, junio 22, 1889).
PREG. Según tenía entendido, la Sociedad Teosófica fue fundada en su origen para matar el espiritismo y la creencia en la individualidad futura del hombre.
TEÓS. Estáis equivocados. Todas nuestras creencias están basadas en esa individualidad inmortal; pero, como tantos otros, confundís la personalidad con la individualidad. Los psicólogos occidentales no parecen haber establecido distinción alguna entre ambas, y es precisamente esa diferencia la que da la clave para la inteligencia de la filosofía Oriental, y la causa fundamental de la divergencia que existe entre las doctrinas Teosófica y Espiritista. A trueque de cargar con mayor hostilidad hacia nosotros si cabe, por parte de algunos Espiritistas, debo declarar aquí que la Teosofía es el verdadero y puro Espiritismo, mientras que la imitación moderna de este nombre, como lo practican hoy las masas, es sencillamente un materialismo trascendental.
PREG. Sírvase explicar más claramente su idea.
TEÓS. Lo que quiero decir es que, si bien nuestras doctrinas insisten en la identidad del espíritu y la materia, y aunque decimos que el espíritu es materia potencial, y la materia, simplemente, el espíritu cristalizado (por ejemplo, como el hielo es vapor solidificado); sin embargo, como la condición original y eterna de todo no es espíritu, Sino META–ESPIRITU, por decirlo así (la materia visible y sólida es simplemente su manifestación periódica), sostenemos que el término espíritu puede únicamente aplicarse a la verdadera individualidad.
PREG. Pero ¿cuál es la distinción entre esa “verdadera individualidad” y el “Yo o Ego” del que todos tenemos conciencia?
TEÓS. Antes de poder contestaros, hemos de discurrir acerca de lo que entendéis por “Yo o Ego”. Distinguimos entre el hecho sencillo de propia conciencia, el sentimiento sencillo de que “Yo soy Yo”, y el pensamiento complejo de que “Soy el Sr. Smith” o la Sra.
Brown”. Creyendo como creemos, en una serie de nacimientos para el mismo Ego, o reencarnación, esa distinción es el eje fundamental de la idea entera. Veis que “Mr. Smith”.
En realidad, significa una larga serie de experiencias diarias, unidas todas por la continuación de la memoria, formando lo que Mr. Smith llama “El yo”. Pero ninguna de esas “experiencias” son realmente el “Yo” o el “Ego”, ni producen a “Mr. Smith” la sensación de ser él mismo, pues olvida la mayor parte de sus experiencias diarias, y producen EL SENTIMIENTO DE EGOIDAD en él, únicamente mientras duran. Nosotros los Teósofos distinguimos, por lo tanto, entre ese conjunto de “experiencias”, que llamamos la falsa personalidad (por ser tan fugaz y finita), y aquel elemento del hombre al que el sentimiento del “Yo soy yo” es debido. Es este “Yo soy yo” la verdadera
individualidad para nosotros: y, sostenemos que este “Ego” o individualidad representa como el actor en las tablas, muchos papeles en la escena de la vida.9 Consideramos cada nueva vida del mismo Ego en la tierra como una representación distinta en el escenario de un teatro. Aparece el actor o “ Ego” una noche como “Macbeth”, la siguiente como “Shylock”, la tercera como “Romeo”, la cuarta como “Hamlet” o “Rey Lear”, y así sucesivamente.
Hasta que ha recorrido el cielo completo de encarnaciones.
El Ego empieza su peregrinación de vida en papeles muy secundarios como el de un espectro, un “Ariel” o un “Duende”; representa luego un papel de comparsa; es un soldado, un criado, un corista: luego asciende a “papeles hablados”, desempeña papeles principales alternando con otros insignificantes hasta que por fin se despide de la escena como “Próspero”, el mago.
PREG. Entiendo. Decís que aquel verdadero Ego no puede volver a la tierra inmediatamente después de la muerte. Sin embargo, seguramente, ¿queda el actor en libertad de volver, si quiere, a la escena donde tuvieron lugar sus actos anteriores, si es que ha conservado el sentido de su individualidad?
TEÓS. Lo negamos simplemente, porque semejante regreso a la tierra sería incompatible con un estado cualquiera de felicidad y bienaventuranza sin mezcla después de la muerte, conforme estoy dispuesto a probar. Creemos que el hombre sufre tantas inmerecidas penas y miserias durante su vida, por culpa de los demás con que está relacionado, o a causa del ambiente que lo rodea, que seguramente tiene derecho a un descanso y una tranquilidad perfectos, si no a la felicidad, antes de volver
a cargar de nuevo con el peso de la vida. Sin embargo, podremos discutir este punto al detalle, más adelante.
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9 Véase más adelante “acerca de la Individualidad y la Personalidad“.
PREG. Habláis de Teosofía y de Ocultismo; ¿son ambos idénticos?
TEÓS. De ninguna manera. Puede un hombre ser muy buen
Teósofo, dentro o fuera de la Sociedad, sin ser en modo alguno Ocultista. Pero nadie puede ser un verdadero Ocultista sin ser Teósofo en toda la extensión de la palabra; de otro modo, no es más
que un mago negro, consciente o inconsciente.
PREG. ¿Qué queréis decir?
TEÓS. Ya he dicho que un Teósofo verdadero debe poner en práctica el ideal moral más elevado; debe esforzarse en reconocer la unidad con la humanidad entera, y trabajar incesantemente para los demás. Ahora bien; si un Ocultista no lleva esto a cabo, obrará de un modo egoísta para su beneficio personal; y si ha adquirido mayores poderes prácticos que los demás hombres, por lo común se convierte, por esto mismo, en enemigo del mundo y de los que lo rodean, mucho más temible que el simple mortal. Esto es claro.
PREG. Entonces, ¿un Ocultista es sencillamente un hombre que posee mayor poder que los demás?
TEÓS. Mucho mayor, si es Ocultista práctico y realmente instruido, y no se contenta tan sólo con serlo de nombre. No son las ciencias ocultas “aquellas ciencias imaginarias de la Edad Media que trataban de la supuesta acción o influencia de cualidades Ocultas o poderes sobrenaturales, como la alquimia, la magia, la nigromancia y la astrología”, según nos las describen las Enciclopedias; porque son ciencias reales, verdaderas y muy peligrosas. Enseñan la fuerza e influencia secretas de las cosas de la
Naturaleza, desarrollando y cultivando los poderes ocultos “latentes en el hombre”, dándole enormes ventajas sobre los mortales más ignorantes. Buen ejemplo de ello es el Hipnotismo, hoy día tan común y objeto de las indagaciones científicas.
Fue descubierto el poder hipnótico casi por casualidad, habiendo preparado el camino el mesmerismo. Hoy día, un hipnotizador experimentado puede con su poder hacer casi todo cuanto se le ocurra: desde obligar a un hombre a hacer el tonto inconscientemente, hasta hacerle cometer un crimen.
(A menudo, por medio de un cómplice del hipnotizador y en beneficio de este último.) ¿No es éste un terrible poder si se entrega en manos de personas sin escrúpulos? Y, sin embargo, tened presente que ésta no es más que una de las ramas menores del Ocultismo.
PREG. ¿Pero no están todas esas ciencias Ocultas, magia y hechicería, consideradas por la gente más culta e ilustrada como restos de la antigua ignorancia y superstición?
TEÓS. Permitidme que os haga notar que esta observación resuelve de golpe los distintos puntos de vista. Los más “cultos e ilustrados” entre vosotros, también consideran al Cristianismo y todas las, demás religiones como restos de ignorancia y superstición. La gente ahora empieza a creer en el hipnotismo, y algunos (hasta entre los más cultos), en la Teosofía y los fenómenos. ¿Pero quién, excepto los predicadores y los fanáticos ciegos, se atreverá a confesar su creencia en los milagros Bíblicos? Aquí es donde nace la diferencia.
Hay Teósofos muy puros y buenos, que pueden creer en los milagros sobrenaturales, incluso los divinos; pero no creerá en ellos Ocultista alguno.
El Ocultista practica la Teosofía científica, basada en el conocimiento exacto de los trabajos y secretos de la Naturaleza, mientras que el Teósofo que practique los poderes llamados anormales, pero sin la luz del Ocultismo, tenderá simplemente hacia una forma peligrosa del mediumnismo, porque, aunque profese la Teosofía y su más elevado código de ética, obra a oscuras, apoyado en sincera PERO CIEGA FE.
Cualquiera, sea Teósofo o Espiritista, que intente cultivar una de las ramas de la ciencia Oculta por ejemplo, Hipnotismo, Mesmerismo o siquiera los secretos para producir ciertos fenómenos físicos, etc. sin el conocimiento de la rationale filosófica de esos poderes. Es como una nave sin timón en medio del océano embravecido.
PREG. Se refiere lo que antecede, según entiendo, a los miembros del círculo externo; pero ¿cuál es el caso de los que se dedican al estudio esotérico de la Teosofía? ¿Son éstos los verdaderos teósofos?
TEÓS. No lo son, necesariamente, hasta haber dado pruebas de que pueden ser considerados como tales. Han entrado en el grupo interior y se han comprometido a observar, tan estrictamente como les sea posible, las reglas del círculo oculto.
Ésta es una empresa difícil, por cuanto la primera y principal entre las reglas es la renuncia completa de la propia personalidad, es decir: que un miembro que se ha comprometido ha de convertirse en un perfecto altruista, no pensar en sí mismo jamás, y olvidar su propia vanidad y orgullo en bien de sus semejantes, además del de sus hermanos en el círculo esotérico. Si quiere sacar provecho de las instrucciones esotéricas, ha de ser su vida de abstinencia en todas las cosas, de abnegación y de estricta moralidad, cumpliendo con su deber respecto de todos los hombres.
Los pocos Teósofos verdaderos que cuenta la Sociedad Teosófica se encuentran entre esos miembros. No quiere decir esto que fuera de la S. T. y del grupo interior no existan Teósofos; los hay, y en mayor número de lo que se cree en general; muchos más, seguramente, que entre los miembros del círculo externo de la Sociedad Teosófica.
PREG. En este caso, ¿qué ventaja ofrece el pertenecer a la llamada Sociedad Teosófica? ¿En dónde está el estímulo, cuál es el móvil para ello?
TEÓS. Ninguno, excepto la ventaja de obtener instrucciones esotéricas, las doctrinas puras y verdaderas de la “Religión de la Sabiduría”; y, si se cumple realmente el programa, gozar del gran apoyo del auxilio mutuo y de la simpatía. La unión es la fuerza; la armonía y los esfuerzos simultáneos bien dirigidos hacen milagros. Éste ha sido el secreto de todas las asociaciones y comunidades, desde que existe la humanidad.
PREG. Pero ¿por qué no ha de poder un hombre de inteligencia bien equilibrada y de propósito sincero, de indomable energía y perseverancia, llegar a ser Ocultista y hasta Adepto, trabajando solo?
TEÓS. Puede conseguirlo, pero existen diez mil probabilidades contra una de que fallará en su empresa. Una razón hay entre muchas otras, y es que no se encuentran en nuestros días libros sobre Ocultismo o Teurgia que revelen los secretos de la Alquimia o de la Teosofía de la Edad Media, en lenguaje vulgar.
Todos son simbólicos o parabólicos; y como ha sido perdida la clave en Occidente, hace muchos siglos, ¿cómo puede nadie conocer el significado exacto de lo que lee o de lo que estudia? Éste es el peligro mayor, peligro que conduce a la magia negra inconsciente o al mediumnismo más irremediable.
El que no tenga a un Iniciado por maestro, hará bien en abandonar este peligroso estudio. Mirad en torno de vosotros y observad. Mientras las dos terceras partes de la sociedad civilizada ridiculiza la mera posibilidad de que pueda haber algo en Teosofía, Ocultismo, Espiritismo o en la Kábala, la otra tercera parte está compuesta de los elementos más heterogéneos y, opuestos posibles. Algunos creen en lo místico y hasta en lo sobrenatural (!), pero cada uno cree a su manera.
Otros se lanzan sin auxilio alguno al estudio de la Kábala, del Psiquismo y Mesmerismo, Espiritismo, u otra forma cual quiera del Misticismo. Resultado: no hay dos hombres que piensen igualmente, ni que se hallen de acuerdo respecto de cualquiera de los principios ocultos fundamentales, aunque muchos son los que reivindican y pretenden poseer la última palabra del saber, y quisieran hacer creer a los profanos en esas materias que son adeptos perfectos, No hay tan sólo carencia de un conocimiento exacto y científico del Ocultismo accesible en el Occidente, ni siquiera del de la verdadera astrología (la única rama del Ocultismo que posee en sus enseñanzas exotéricas un sistema y leyes definidas), sino que ni uno solo tiene la menor idea de lo que el verdadero Ocultismo significa. Limitan algunos la antigua Sabiduría a la Kábala y al Zohar judío, que cada cual interpreta a su modo según la letra muerta de los métodos Rabínicos.
Otros consideran a Swedenborg o a Boehme como la última expresión de la más elevada sabiduría, mientras otros, por fin, ven en el mesmerismo el gran secreto de la antigua magia. Todos éstos, SIN EXCEPCIÓN, cuando tratan de llevar sus teorías a la práctica, caen rápidamente, efecto de su ignorancia, en la magia negra. ¡Felices aquellos que se libran del peligro, careciendo como carecen de experiencia y criterio que puedan guiarlos para distinguir lo real de lo falso!
PREG. ¿Hemos de entender con esto que el grupo interior de la S. T. recibe sus enseñanzas de los verdaderos iniciados o maestros en la sabiduría esotérica?
TEÓS. No directamente. La presencia personal de esos maestros no es necesaria. Basta con que den sus instrucciones a algunos de los que han estudiado bajo su dirección durante años, y que han consagrado la vida entera a su servicio. Pueden entonces éstos, a su vez, transmitir a los que no tuvieron esa oportunidad, la ciencia
recibida. Es preferible una parte de las verdaderas ciencias, a una masa de conocimientos no digeridos y mal interpretados. Una onza de oro vale más que una tonelada de polvo.
PREG. Pero ¿qué medios tenemos para averiguar si la onza es de oro verdadero, o una falsificación?
TEÓS. Se conoce un árbol por sus frutos, un sistema por sus resultados. Cuando nos prueben nuestros adversarios que algún estudiante solitario del Ocultismo, a través de las edades, se ha convertido en un Santo Adepto como Ammonio Saccas, en un
Plotino, en un Teurgista como Jámblico, o bien ha llevado a cabo hechos como los que se atribuyen a Saint Germain, sin maestro alguno para dirigirlo, y todo ello sin ser un médium, un iluso o un charlatán. Entonces confesaremos nuestro error.
Pero hasta que no llegue ese caso, prefieren los Teósofos atenerse a la ley natural, probada y conocida, de la Ciencia Sagrada tradicional. Hay místicos que han hecho grandes descubrimientos en química y ciencias físicas, penetrando casi en los dominios de la Alquimia y el Ocultismo; otros, que sólo a la luz de su genio han vuelto a descubrir parte, si no el todo de los alfabetos perdidos de la “Lengua del Misterio”, y son, por consiguiente, capaces de leer correctamente los escritos hebreos; otros, por fin, que, siendo clarividentes, han podido entrever pasajeros resplandores de los secretos de la Naturaleza; mas todos éstos son especialistas.
El uno es un inventor teórico; el otro un hebraísta, es decir, Kabalista sectario; el tercero, un Swedenborg moderno, que niega todo aquello que esté fuera de su ciencia o religión particular. Ninguno de ellos puede vanagloriarse de haber producido un beneficio universal o nacional, ni siquiera tampoco un beneficio para sí mismo.
Exceptuando a algunos curanderos de aquellos que el Real Colegio de Médicos y Cirujanos tacharía de charlatanes, ninguno ha ayudado con su ciencia a la Humanidad, ni siquiera a algunas de aquellas personas que lo rodeaban.
¿Dónde están los Caldeos de la antigüedad, los hombres que realizaban maravillosas curaciones, “no por medio de encantos o hechizos, sino por el de los simples?” ¿Dónde un Apolonio de Tyana que sanaba a los enfermos y despertaba a los muertos, bajo
cualquier clima y circunstancia? Conocemos a algunos especialistas en Europa de lo primero; pero ninguno capaz de lo segundo, excepto en Asia, donde el secreto del yogui, “vivir en la muerte”, se conserva aún.
PREG. ¿Es el objeto de la Teosofía crear semejantes Adeptos sanadores?
TEÓS. Los objetos de la Teosofía son varios; pero los más importantes de todos son aquellos que pueden contribuir al alivio del sufrimiento humano bajo cualquier forma, tanto moral como física; y consideramos la primera mucho más importante que la
segunda. Tiene la Teosofía que inculcar la ética y purificar el alma, si quiere aliviar al cuerpo físico, cuyas dolencias, salvo en casos accidentales, son hereditarias. No es estudiando el Ocultismo con miras egoístas por la satisfacción de la ambición personal, el orgullo o la vanidad, como se llegará jamás a alcanzar el verdadero fin propuesto, de aliviar a la humanidad que sufre. Ni tampoco estudiando sólo una rama de la filosofía esotérica es como llegará nadie a ser Ocultista, SI NO ESTUDIÁNDOLAS TODAS, aunque no las posea perfectamente.
PREG. ¿No se ayuda, por lo tanto, a alcanzar ese importantísimo objeto más que a los que estudian las ciencias esotéricas?
TEÓS. De ningún modo. Todo miembro del círculo externo tiene derecho a la instrucción general, si la desea; pero pocos quieren convertirse en lo que se llama “miembros activos” y la mayor parte prefieren ser los ZÁNGANOS DE LA TEOSOFÍA.
Sépase bien que se estimulan, en la Sociedad Teosófica las investigaciones privadas, consciente
tal que no traspasen el límite que separa lo exotérico de lo esotérico, la magia ciega de la
consciente.
PREG. ¿No son, por lo tanto, vuestras doctrinas un renacimiento del Buddhismo, ni están enteramente copiadas de la Teosofía Neoplatónica?
TEÓS. No. Pero no podría contestar mejor a vuestras preguntas que citando una memoria sobre la “Teosofía” leída ante la Convención Teosófica en Chicago, América (abril, 1889), por el Dr. J. D. Buck, M. S. T.
Ningún teósofo, jamás, ha expresado y comprendido mejor la esencia verdadera de la Teosofía que nuestro estimado amigo el Dr. Buck: “Fue fundada la Sociedad Teosófica con el objeto de difundir las doctrinas Teosóficas y promover y secundar la vida Teosófica. No es la presente Sociedad la primera en su intento.
Tengo en mi poder una obra titulada Transacciones Teosóficas de la Sociedad Filadélfica, publicada en Londres en el año 1697; y otra con el siguiente título: Introducción a la Teosofía, o sea la Ciencia del Misterio de Cristo, decir, de la Deidad, Naturaleza y Criatura, comprendiendo la filosofía todos los poderes en acción, en la vida, mágicos y espirituales, formando una guía práctica para la pureza y santidad más sublimes, y la perfección evangélica para adquirir la visión divina y las santas artes angélicas, poderes y otras prerrogativas de la regeneración” publicada en Londres en 1855.
He aquí la dedicatoria de esa obra: “A los estudiantes de las Universidades, Colegios y Escuelas de la Cristiandad; a los Profesores de Ciencias Metafísicas, Mecánicas y Naturales en todas sus formas; a los hombres y mujeres de la Enseñanza en general, de la fe fundamental ortodoxa; a los Deístas, Arrianos, Unitarios, Swedenhorgianos y de otros credos imperfectos y mal fundados, racionalistas y escépticos de todas clases; a los Mahometanos, Judíos y Patriarcas Orientales ilustrados y de juicio recto; pero especialmente al ministro y misionero del Evangelio, sea en los pueblos bárbaros o intelectuales, está humilde y afectuosamente dedicada esta introducción a la Teosofía o Ciencia de los principios y misterios de todas las cosas.”
En el siguiente año (1856) se publicó otro tomo en real octavo de 600 páginas, tipo diamante, sobre Misceláneas Teosóficas. Se publicaron sólo 500 ejemplares de esta última obra, destinados a la distribución gratuita en Bibliotecas y Universidades. Esos primitivos
movimientos fueron numerosos y originados dentro de la Iglesia, por personas de gran piedad, celo y fama intachables. Todos aquellos escritos revestían forma ortodoxa, usando expresiones Cristianas, y como las obras del eminente eclesiástico William Law, sólo se distinguían para el lector ordinario por su gran piedad y sinceridad.
Todos, sin excepción, intentaban únicamente fijar el origen, explicar el sentido más profundo y el valor original de las Escrituras Cristianas y exponer y fomentar la vida Teosófica. Pronto fueron olvidadas esas obras, y son hoy día generalmente desconocidas. Intentaron reformar al clero y reanimar la verdadera piedad, y fueron siempre mal recibidas. Bastaba la palabra
“Herejía” para entregarlas al olvido como a todas las Utopías semejantes.
En tiempo de la Reforma, Juan Reuchlin intentó el mismo objeto con igual resultado, a pesar de ser amigo íntimo y confidente de Lutero. Jamás quiso la ortodoxia ser ilustrada.
“A esos reformadores se les dijo, como le ocurrió a Pablo con Festus, que la demasiada instrucción los había vuelto locos, y que sería peligroso seguir adelante.
A pesar de la verbosidad, que en esos escritores se debía en parte a la costumbre, a la educación, y también al freno del poder secular, y volviendo a la cuestión principal, puede decirse que esos escritos eran Teosóficos en su más estricto sentido, y se refieren sólo al conocimiento del hombre acerca de su propia naturaleza y la vida superior del alma. El presente movimiento Teosófico ha sido acusado algunas veces de intentar la conversión del Cristianismo al Buddhismo, lo que significa sencillamente que la palabra “Herejía” ha perdido su fuerza y renunciado a su poder.
“En todas las épocas hubo individuos que comprendieron más o menos claramente las doctrinas Teosóficas y las aplicaron a su vida privada. No pertenecen esas doctrinas a religión alguna exclusivamente, y no están relacionadas de un modo especial con Sociedad o tiempo algunos. Son el privilegio de toda alma humana. La ortodoxia debe ser interpretada por cada cual según su naturaleza, de acuerdo con sus necesidades peculiares y su propia
experiencia.
Esto explicará por qué los que se imaginaban hallar en la Teosofía una nueva religión, han buscado en balde su credo y su ritual. La lealtad a la Verdad es su credo y “Honrar cada verdad por sus actos, su ritual.” “Cuán poco comprenden las masas ese principio de Fraternidad Universal, y cuán rara vez ha sido su trascendental importancia reconocida, lo prueba la diversidad de opiniones e interpretaciones falsas acerca de la Sociedad Teosófica.
Esta Sociedad fue organizada bajo el principio único de la Fraternidad esencial del hombre, como acabo de bosquejarlo aunque breve e imperfectamente. Ha sido atacada porque la
consideraban Buddhista y anticristiana, como si pudiese ser las dos cosas a la vez, precisamente cuando ambos, el Buddhismo y el Cristianismo, según fueron establecidos por sus inspirados fundadores, consideran la fraternidad como el punto esencial y único de la doctrina y de la vida.
También trataron de la Teosofía como de una cosa nueva en el mundo, o todo lo más como de antiguo misticismo disfrazado con un nuevo nombre. Si bien es cierto que muchas Sociedades fundadas en los principios de altruismo o Fraternidad esencial y unidas para defender esos principios, tuvieron varios nombres, no lo es menos que muchas de las mismas fueron también llamadas Teosóficas, y sus principios y objeto eran los de la Sociedad actual que lleva este nombre.
En todas esas Sociedades, la esencia de la doctrina ha sido siempre la misma y todo lo demás incidental, aunque sea un hecho el que
muchas personas se fijan en los accidentes, y descuidan lo esencial.”
No es posible contestar mejor y más explícitamente a vuestras preguntas que como lo hace un hombre que es uno de nuestros más apreciados y sinceros teósofos.
PREG. Siendo así, ¿Qué sistema preferís o adoptáis aparte de la ética Buddhista?
TEÓS. Ninguno y todos. No estamos ligados a religión o filosofía especial: escogemos
lo bueno que en cada una hallamos. Mas, hemos de repetir aquí que la Teosofía, como
todos los demás sistemas antiguos, está dividida en dos secciones: la Exotérica y la
Esotérica.
PREG. ¿En qué consiste la diferencia?
TEÓS. Pueden los miembros de la Sociedad Teosófica en general profesar la religión o filosofía que tengan por conveniente, o ninguna, si así lo prefieren, siempre que simpaticen con uno o más de los tres objetos de la Asociación y estén dispuestos a sostenerlos. La Sociedad es una Corporación filantrópica y científica para la propagación de la idea de fraternidad en el terreno práctico en vez del teórico. No importa que los Miembros sean Cristianos o Musulmanes, Judíos o Parsis, Buddhistas Brahmanes, Espiritualistas o materialistas; pero cada miembro tiene que ser un filántropo, o un
estudiante investigador de la literatura Aria y otras antiguas, o dedicarse a las Ciencias psíquicas.
Debe, en una palabra, contribuir, sí puede, a la realización de uno de los objetos del programa por lo menos. De otro modo, el ingresar como “Miembro” no tendría razón de ser. Tal es la mayoría de la SOCIEDAD EXOTÉRICA, formada por miembros “adheridos” y “sueltos”7. Éstos Pueden llegar a ser Teósofos de hecho o no.
Son miembros por el hecho de pertenecer a la Sociedad, mas no puede esta última convertir en Teósofo a una persona que no tiene sentido de las cosas divinas, o que aprecia las cosas de la Teosofía de una manera particular suya (sectaria, si es que puede usarse esta expresión, o egoísta). El dicho “generoso es quien obra generosamente” podría parafrasearse en este caso, y diríamos:
“Es Teósofo, todo aquel que vive y practica la Teosofía.” 7 “Miembro adherido” es el que forma parte de una Rama de la S.T.; y “Miembro suelto” el que pertenece a la S.T. y tiene su diploma expedido por la Sede Central (Adyar, Madrás), pero no está afiliado a Rama o Grupo alguno.