EL MITO DEL ETERNO RETORNO ARQUETIPOS Y REPETICIÓN Parte III- “DESDICHA” E
“HISTORIA” “NORMALIDAD” DEL SUFRIMIENTO
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Con este capítulo quisiéramos abordar la vida humana y la “existencia
histórica” desde un nuevo punto de vista. El hombre arcaico —ya lo hemos
visto— in...
PREG. ¿Pero no rezó el mismo Cristo y no nos recomendó que orásemos?
TEÓS. Así consta; pero aquellas “oraciones” pertenecen precisamente a esa especie de comunión que acabamos de mencionar, con el “padre en Secreto” de cada cual. De otro modo, identificando a Jesús con la deidad universal, sería demasiado lógica y absurda la conclusión inevitable de que Él, “el mismo Dios”, se oró a sí mismo, separando la voluntad de ese Dios de la suya propia.
PREG. Un argumento más opondré, muy usado por algunos Cristianos. Dicen: “Siéntome incapaz de vencer mis pasiones y debilidades con mis propias fuerzas. Pero cuando rezo a Jesucristo, siento que me da fuerzas y que con su ayuda soy capaz de vencer”.
TEÓS. No es extraño. Si el “Cristo Jesús” es Dios e independiente y separado del que reza, es claro que todo es y debe ser posible a “un Dios todopoderoso”. Mas entonces ¿en donde está el mérito o la justicia de semejante triunfo? ¿Por qué se ha de recompensar al seudovencedor tratándose de lo que tan sólo le han costado unas cuantas oraciones? ¿Daríais vosotros, aunque simples mortales, un día entero de salario a un jornalero vuestro, si ejecutaseis casi todo el trabajo en su lugar, mientras aquél, sentado debajo de un árbol os suplicase hacerlo? La idea de pasarse uno la vida entera en una ociosidad moral, mientras otro, sea Dios u hombre, carga con los trabajos y deberes más duros, nos subleva en alto grado, pues es muy degradante para la dignidad humana.
PREG. Puede ser, y, sin embargo, la creencia en un Salvador personal, que nos ayuda y fortalece en las luchas de la vida, es la idea fundamental del Cristianismo moderno. Y no cabe duda que, subjetivamente, tal creencia es eficaz; es decir, que los que creen se sienten auxiliados y fortalecidos.
TEÓS. Tampoco hay duda respecto a que algunos pacientes de los llamados “Sabios Cristianos y Mentales” (los famosos “negadores”) 16 a veces se curan; ni a que el hipnotismo y la sugestión, la psicología aplicada y hasta la mediumnidad, producen los mismos resultados tan a menudo, si no más.
Sólo consideráis, para dar fuerza a vuestro argumento, los éxitos. ¿Cómo explicáis los fracasos, diez veces más numerosos? ¿No pretenderéis con seguridad decir que es desconocido el fracaso entre los Cristianos fanáticos, aun con toda su fe ciega?
PREG. Pero ¿cómo podéis explicarme los casos seguidos de pleno éxito? ¿Dónde busca el Teósofo el poder y la fuerza necesaria para dominar sus pasiones y su egoísmo?
TEÓS. En su Yo Superior, el espíritu divino o el Dios que en él está, en su Karma. ¿Por cuánto tiempo aún habremos de repetir una y otra vez que se conoce el árbol por su fruto, la naturaleza de la causa por sus efectos? Nos habláis del dominio de las pasiones y de la conversión al bien, por y con la ayuda de Dios o de Cristo. Nosotros preguntamos: ¿dónde halláis más gente pura y virtuosa, que se abstenga más del pecado y del crimen? ¿En la Cristiandad o en el Buddhismo? ¿En países Cristianos o en naciones paganas? Ahí está la estadística para contestaros, corroborando nuestros asertos.
Según el censo último en Ceylan y la India, en el cuadro comparativo de crímenes cometidos por Cristianos, Musulmanes, Indos, Eurasianos, Buddhistas, etc., sobre dos millones de habitantes tomados al azar, y abarcando los delitos de varios años, los cometidos por Cristianos están en proporción de 15 a 4 respecto a los llevados a cabo por la población Buddhista. (Véase el Lucifer de abril 1888, pág. 147, artículo Conferenciantes cristianos sobre Buddhismo). Ningún orientalista, ningún historiador de mediana fama o viajero por países Buddhistas, desde el Obispo Bigandet y el Abate Huc, hasta Sir William Hunter, y todo empleado sincero de la India, dejará de conceder la palma de la virtud a los Buddhistas sobre los Cristianos. Los primeros, sin embargo, no creen en Dios ni en recompensa futura alguna fuera de este mundo (al menos la verdadera secta Buddhista Siamesa). Ni los sacerdotes ni los seglares rezan. ¡Rezar! ¿A quién o a qué?, exclamarían sorprendidos si de esto se les hablase. ___________________________________________________________________________________ 16 Secta de sanadores, que negando la existencia de todo lo que no sea espíritu, el cual no puede ni sufrir ni estar enfermo, pretenden curar todas las enfermedades, con tal que el paciente tenga fe en lo que niega no puede tener existencia. Una nueva forma de hipnotismo.
PREG. En tal caso, ¿son verdaderos Ateos?
TEÓS. Sin duda alguna, pero también son los hombres que más aman la virtud y que mejor la practican en el mundo. El Buddhismo dice: “Respeta las religiones de los demás y consérvate fiel a la tuya”; pero el Cristianismo eclesiástico, considerando a todos los dioses de las demás naciones como diablos, quisiera condenar a la perdición eterna a toda persona no Cristiana.
PREG. ¿No hace el clero Buddhista otro tanto?
TEÓS. Jamás. Respetan demasiado el sabio precepto del Dhammapada, pues saben que “si cualquier hombre, sea o no instruido, se considera tan superior que desprecie a los demás, se parece a un ciego llevando una luz (ciego él, quiere alumbrar a los otros)”.
PREG. ¿Creéis en la oración? ¿Rezáis alguna vez?
TEÓS. No. Obramos en vez de hablar.
PREG. ¿Tampoco ofrecéis vuestras oraciones al Principio Absoluto?
TEÓS. ¿Por qué habríamos de hacerlo? Siendo como somos gente ocupada, y teniendo mucho que trabajar, no podemos perder el tiempo en dirigir oraciones verbales a una pura abstracción. Únicamente lo incognoscible relaciona a sus partes entre sí; pero no tiene existencia tratándose de relaciones finitas. La existencia y fenómenos del universo visible dependen de sus formas activas y sus leyes, no de la oración u oraciones.
PREG. ¿No creéis en la oración?
TEÓS. No en la oración compuesta de tantas o cuantas palabras y que se repite exteriormente, si es que por oración entendéis la súplica externa dirigida a un Dios desconocido, como la que inauguraron los Judíos y popularizaron los Fariseos.
PREG. ¿Existe otra clase de oración?
TEÓS. Sin duda alguna; la llamarnos oración de voluntad, y es más bien una orden o mandamiento interno, que una petición.
PREG. ¿A quién rezáis entonces cuando lo hacéis?
TEÓS. A “nuestro Padre en el cielo”, en su sentido esotérico.
PREG. ¿Acaso es diferente del que nos da la Teología?
TEÓS. Enteramente. Un Oculista o un Teósofo dirige su oración a su Padre que existe en secreto (leed y tratad de comprender el cap. VI. Vers. 6 de Mateo), y no a un Dios extracósmico, y, por lo tanto, finito; y ese “Padre” se encuentra en el hombre mismo.
PREG. ¿Así que hacéis del hombre un Dios?
TEÓS. Decid “Dios” y no un Dios. Para nosotros, el hombre interno es el único Dios que podemos conocer. ¿Y cómo puede ser de otro modo? Concedednos lo que pretendemos, es decir, que Dios es un principio infinito universalmente difundido. ¿Cómo puede en tal caso no compenetrarse el hombre con, por y en la Divinidad? Llamamos nuestro “Padre en el Cielo” a aquella deífica esencia que reconocemos en nosotros, en nuestro corazón y conciencia espiritual, y qué nada tiene que ver con el concepto antropomórfico que podemos formar en nuestro cerebro o en nuestra imaginación:
“¿No sabéis que sois el templo de Dios y que en vosotros habita el espíritu de (lo absoluto) Dios?”15. Sin embargo, evite el hombre antropomorfizar a aquella esencia que está en nosotros. No diga un Teósofo, si quiere seguir la verdad
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15 Se encuentran a menudo en los escritos teosóficos afirmaciones contradictorias acerca del principio de Christos en el hombre. Algunos lo llaman el sexto principio (Buddhi); otros el séptimo (Âtmân). Si desean los Teósofos Cristianos emplear semejantes expresiones, empléenlas de un modo correcto filosóficamente, siguiendo la analogía de los símbolos de la antigua Religión de la Sabiduría. Decimos que no solo es Christos uno de los tres principios superiores, sino todos tres considerados como una Trinidad. Esa Trinidad representa al Espíritu Santo, al Padre y al Hijo, ya que responde al espíritu abstracto, al espíritu diferenciado y al espíritu encarnado. Krishna y el Christo son, filosóficamente, el mismo principio bajo su triple aspecto de manifestación. En el Bhagavat–Gîtâ vemos que Krishna se llama a sí mismo, indiferentemente, Âtman, el Espíritu abstracto, Kshetragnum Ego Superior o que se reencarna, y el yo Universal, nombres todos que, cuando se aplican al hombre en vez del Universo, responden a Âtma Buddhi y Manas. Anugitâ está lleno de la misma doctrina.
divina y no la humana, que ese “Dios en secreto” escucha al hombre finito, o es distinto del mismo o de la esencia infinita; porque todos son uno. Ni tampoco que la oración es una petición, como acabamos de observar. Es, antes bien, un misterio; un procedimiento oculto, por el cual pensamientos y deseos condicionados y finitos, incapaces de ser asimilados por el espíritu absoluto, que es incondicionado, son transformados en deseos espirituales y en voluntad, llamándose ese procedimiento “transmutación espiritual”. La intensidad en nuestras ardientes aspiraciones cambia la oración en “piedra filosofal”, o aquello que transmuta el plomo en oro puro. Por nuestra “oración de voluntad la única esencia homogénea conciértese en fuerza activa o creadora, y produce efectos de acuerdo con nuestro deseo.
PREG. ¿Pretendéis decir que la oración es un procedimiento Oculto que produce resultadas físicos?
TEÓS. Sí. El Poder de Voluntad se convierte en una fuerza viviente, real. Pero desgraciados de aquellos Ocultistas y Teósofos que, en vez de extirpar los deseos de su ego inferior personal, u hombre físico, y decir a su Ego Espiritual Superior rodeado de luz Atma–Búddhica: “Tu voluntad se cumpla, no la mía”, usan del poder de voluntad para objetos egoístas o impíos. Esto es magia negra, abominación y hechicería espiritual. Desgraciadamente, ésta es la ocupación favorita de nuestros hombres de Estado y generales cristianos, sobre todo cuando estos últimos precipitan a los ejércitos uno contra otro, para que mutuamente se destruyan. Unos y otros se entregan, entes de la acción, a un acto de brujería, ofreciendo, respectivamente, oraciones al mismo Dios de los Ejércitos, pidiéndole ayuda para degollara sus enemigos.
PREG. David rogó al Dios de los Ejércitos lo ayudase a derrotar a los Filisteos y a matar a los Sirios y Moabitas; y “el Señor protegió a David en todas las oraciones”. En esto nos limitamos a seguir lo que encontramos en la Biblia.
TEÓS. Es claro. Pero ya que os complacéis en llamaros Cristianos y no Israelitas o Judíos, ¿por qué no hacéis lo que dice Cristo? Muy claramente os ordena no imitar “a los de los tiempos antiguos o de la ley Mosaica, y os invita a seguir lo que él os enseña, advirtiendo a los que quisieran servirse de la espada, que por la espada perecerán. El Cristo os ha dado una oración que habéis convertido en ostentación rutinaria, pues sólo los labios pronuncian, y ninguno, excepto el verdadero Ocultista, la comprende. Decís en ella, en el sentido de la letra muerta: “Perdónanos nuestras deudas, así como perdonamos a nuestros deudores”, cosa que nunca hacéis. También os dijo: Amad a vuestros enemigos y haced bien a aquellos que os odian. No es, seguramente, el “dulce profeta de Nazareth quien os ha enseñado a rezar a vuestro “Padre” para matar y vencer a vuestros enemigos. He aquí porqué rechazamos lo que llamáis “las oraciones.”
PREG. ¿Mas cómo explicáis el hecho universal de que todas las naciones y pueblos han rezado y adorado a un Dios o Dioses? Algunos han adorado e invocado a los diablos y espíritus malignos; pero esto prueba la universalidad de la creencia en la eficacia de la oración.
TEÓS. Se explica por el hecho de que la oración, aparte del significado que le dan los Cristianos, tiene otros varios. No sólo significa un ruego o petición, sino que antiguamente significaba más que nada una invocación o encantamiento. El mantra, o la oración rítmica cantada de los Hindúes, tiene precisamente este sentido, pues los Brahmanes se consideran superiores a los demás comunes o “Dioses.”
Una oración puede ser una apelación o encantamiento para una maldición y una blasfemia (como en el caso de dos ejércitos rezando simultáneamente para perseguir su mutua destrucción); o para una bendición. Y como la gran mayoría de la gente es sumamente egoísta, y sólo reza para sí misma, pidiendo que se les dé su “pan de cada día” en vez de trabajar para conseguirlo; y rogando que Dios no les induzca “en tentación” sino que les libre del mal (sólo al suplicante), resalta que la oración, tal como se entiende hoy, es dablemente perniciosa:
a) Destruye en el hombre la propia confianza, y
b) Desarrolla en éI un egoísmo más feroz aún que el que ya posee naturalmente.
Repetimos que creemos en la “comunión” y acción simultánea con nuestro “Padre en Secreto”; y en raros momentos de felicidad extática, en la fusión de nuestra alma Superior con la esencia universal, siendo atraída hacia su origen y centro; estado llamado Samâdhi durante la vida, y Nirvana después de la muerte. Nos negamos a orar ante seres creados finitos; por ejemplo: dioses, santos, ángeles, etc., porque lo consideramos idolatría. No podemos rezar a lo Absoluto, por las razones antes expuestas, y, por consiguiente, tratamos de reemplazar la oración, estéril e inútil, por actos meritorios y buenas acciones.
PREG. Para los Cristianos esto sería blasfemia y orgullo. ¿Creéis que se equivocan?
TEÓS. Enteramente. Ellos son, al contrario, los que dan prueba de un orgullo satánico, con su creencia de que lo Absoluto o lo infinito (suponiendo que pudiese existir la posibilidad de relación alguna entre lo incondicionado y lo condicionado) se digna escuchar cada oración necia o egoísta que se le dirige.
Ellos son quienes virtualmente blasfeman, enseñando que un Dios Omnisciente y Omnipotente, necesita de oraciones habladas para saber lo que ha de hacer. Esto (entendido esotéricamente) se halla corroborado por Buddha y Jesús. El uno dice: “No solicites nada de los dioses impotentes; no ores, más bien, obra; pues la oscuridad no se aclarará. Nada pidas al silencio, pues no puede ni hablar ni oír”.
Y él otro –Jesús– dice: “Cualquier cosa que pidáis en mi nombre (el del Christos), la haré “Considerada esta cita en su sentido literal, claro está que va contra nuestro argumento. Pero si lo hacemos esotéricamente, con el pleno conocimiento del significado del término “Christos”, que para nosotros representa Atma–Buddhi–Manas (el Yo superior), quiere decir que el único Dios que debemos reconocer y al que hemos de rogar, o más bien con quien hemos de obrar de acuerdo, es ese espíritu de Dios cuyo templo es nuestro cuerpo, en el cual habita.
PREG. ¿Creéis en Dios?
TEÓS. Depende de lo que entendáis por este término.
PREG. Nos referimos al Dios de los Cristianos, el Padre de Jesús y Creador; al Dios Bíblico de Moisés, en una palabra.
TEÓS. En semejante Dios no creemos. Rechazamos la idea de un Dios personal o extracósmico y antropomórfico, que sólo es la sombra gigantesca del hombre, y ni siquiera del mejor. Decimos y probamos que el Dios de la teología es un conjunto de contradicciones y una imposibilidad lógica. Por lo tanto, no tenemos nada que ver con él.
PREG. Aducid razones.
TEÓS. Son varias, y de todas no nos podemos ocupar; pero he aquí unas cuantas: Ese Dios es llamado por sus adoradores infinito y absoluto, ¿no es cierto?
PREG. Así lo creo.
TEÓS. Siendo así, si es infinito –es decir, ilimitado– y especialmente si es absoluto, ¿cómo puede poseer forma alguna y ser creador de algo? La forma implica limitación y un principio, así como un fin, y para crear, un ser necesita pensar y proyectar. ¿Cómo puede suponerse que lo ABSOLUTO piense, es decir que tenga relación alguna con lo limitado, finito y condicionado? Es un absurdo filosófico y lógico. Hasta la kábala hebraica rechaza semejante idea, y hace del principio Uno Deífico Absoluto, una unidad infinita llamada Ain–Soph 13.
Para crear, el creador ha de volverse activo, y como esto es imposible para lo que es ABSOLUTO, el principio infinito se nos muestra como causa de la evolución (no de la creación), de un modo indirecto; es decir, por la emanación de sí mismo (otro absurdo, debido esta vez a los traductores de la Kábala), del Sephiroth
PREG. ¿Cómo se explica entonces que siendo así, existan kabalista que aún creen en Jehová o el Tetragrammaton?
TEÓS. Pueden creer lo que quieran, ya que su creencia o increencia difícilmente puede afectar a un hecho evidente. Nos dicen los Jesuitas que dos y dos no siempre hacen cuatro, puesto que de la voluntad de Dios depende el hacer 2 + 2 = 5. ¿Hemos de aceptar por eso su sofisma?
PREG. ¿Sois entonces ateos?
TEÓS. No nos consideramos tales, a no ser que se aplique el epíteto de “Ateo” a los que no creen en un Dios antropomórfico. Creemos en un principio Divino Universal, la raíz de TODO, del que todo procede y en el que todo será absorbido al fin del gran ciclo del Ser.
PREG. Esto es lo que sostiene el antiquísimo Panteísmo. Si sois Panteístas, no podéis ser Deístas; y no siendo Deístas, habéis de ser entonces considerados como ateos.
TEÓS. No necesariamente. El término “Panteísmo” también es de los muchos de que se ha abusado, y cuya significación real y primitiva ha sido falseada y corrompida por la ciega preocupación y por considerarlo desde un solo punto de vista. Si aceptáis la etimología Cristiana de esa palabra compuesta, la formáis de pan, ”todo”, y seoç, “Dios”', y creéis y enseñáis que esto significa que cada piedra y cada árbol en la
Naturaleza es un Dios o el Dios Uno, entonces claro está que tendréis razón y llamaréis fetichistas a los Panteístas. Pero si empleáis la etimología de la palabra Panteísmo esotéricamente, como hacemos nosotros, difícilmente sacaréis el mismo resultado.
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13 Ain–Soph igual a to pan o epeiron, el infinito o el limitado, en y con Naturaleza; el no existe que Es,
pero no es un SER.
14 ¿Cómo puede el principio eterno no activo emanar o emitir? Nada de esto hace el Parabraham de los
Vedantinos; ni tampoco el Ain–Soph de la Kábala Caldea. Es una ley eterna y periódica la que hace emanar
una fuerza activa y creadora (el Logos), del principio uno, enteramente oculto e incomprensible, al
principio de cada Mahâmanvantara o nuevo ciclo de vida.
PREG. ¿Cuál es pues su definición?
TEÓS. Permitidme que os haga una pregunta: ¿qué entendéis por Pan o Naturaleza?
PREG. Creemos que la Naturaleza es la suma total de las cosas existentes que nos rodean; el agregado de causas y efectos en el mundo de la materia, la creación o universo.
TEÓS. ¿Es entonces la suma y el orden personificados de las causas y efectos conocidos; el total de todos los agentes y fuerzas finitos, separados por completo de un Creador o Creadores, inteligentes, y quizás “concebido como una fuerza aislada y separada” como dicen las enciclopedias?
PREG. Así lo creo.
TEÓS. Pues bien; nosotros no tomamos en consideración esta naturaleza objetiva y material que llamamos ilusión pasajera, ni tampoco tiene para nosotros la palabra pan el significado Naturaleza, en el sentido de su derivación aceptada del latín Natura (de nasci, nacer). Cuando hablamos de la Deidad y la identificamos con la Naturaleza, haciéndola, por lo tanto, contemporánea de la misma, nos referimos a la naturaleza eterna e increada y no a vuestro agregado de sombras pasajeras e imaginarias ilusiones.
Dejarnos para los fabricantes de himnos el considerar al cielo visible o paraíso como el Trono de Dios y a nuestra tierra de fango como su escabel. Nuestra Deidad no se encuentra ni en un paraíso ni en un árbol especial, edificio o montaña: está en todas partes, en cada átomo del Cosmos, tanto visible como invisible; dentro, encima y alrededor de cada átomo invisible y molécula divisible; porque ELLO es aquel misterioso poder de la evolución e involución, la potencialidad creadora, omnipresente, omnipotente y hasta omnisciente.
PREG. ¡Alto aquí! La omnisciencia es la prerrogativa de algo que piensa, y negáis a lo Absoluto el poder del pensamiento.
TEÓS. Se lo negarnos a lo Absoluto, puesto que el pensamiento es una cosa limitada y condicionada. Mas, evidentemente, olvidáis que en filosofía la inconsciencia absoluta también es conciencia absoluta, ya que de otro modo no sería lo absoluto.
PREG. ¿Entonces es que vuestro Absoluto piensa?
TEÓS. NO, ELLO no piensa; por la sencilla razón de que es el Pensamiento Absoluto mismo. Ni tampoco, por igual razón, existe, puesto que es la existencia absoluta, y la Seidad, no un Ser. Leed el magnífico poema Kabalístico de Salomón Ben Jehudah Ibn Gabirol, en el Kether–Malchuth, y comprenderéis.
Dice: “Eres uno, la raíz de todos los números, mas no como elemento de numeración; porque no admite la unidad multiplicación, cambio o forma alguna. Eres uno, y piérdanse los hombres más sabios en el secreto de tu unidad, porque la ignoran. Eres uno, y jamás puede ser Tu unidad disminuida ni aumentada, ni puede ser cambiada. Eres uno, y ningún pensamiento mío puede fijarte un limite o definirte. ERES, mas no como uno existente, porque ni la inteligencia ni la visión de los mortales pueden alcanzar tu existencia, ni determinar acerca de Ti el dónde, cómo y de “dónde”, etc.
En una palabra, nuestra Deidad es la eterna constructora del Universo; no creando, sino evolucionando incesantemente, surgiendo el Universo de su propia esencia, sin ser creado. En su simbolismo, es una esfera sin límites, con un atributo único eternamente activo, que abarca a todos los demás atributos existentes o imaginables: ELLO MISMO. Es la ley única dando impulso a leyes manifestadas, eternas e inmutables, dentro de esa LEY que jamás se manifiesta porque es absoluta, y que durante sus períodos de Manifestación es lo Eternamente Volviendo a Ser, el eterno Devenir.
PREG. Oímos una vez observar, a uno de los miembros de la S. T., que hallándose en todas partes esa Universal Deidad, estaba en lo impuro lo mismo que en lo puro, y, por lo tanto, presente en cada átomo de la ceniza de su cigarrillo. ¿No es ésta una horrible blasfemia?
TEÓS. No lo creemos, porque difícilmente se puede considerar la simple lógica como blasfemia. Si fuésemos a excluir el Principio Omnipresente de un solo punto matemático del universo, o de una partícula de materia que ocupe cualquier espacio concebible, ¿podríamos considerarlo aún como infinito?
PREG. ¿Es, pues, la elevación moral el principal objeto de la Sociedad?
TEÓS. Sin duda alguna. El que aspira a ser un verdadero Teósofo, ha de vivir como tal.
PREG. Siendo así, la conducta de algunos de los miembros, según observaba antes, está en oposición con ese principio fundamental.
TEÓS. Es claro. Pero no se puede evitar entre nosotros, como sucede entre los que se dicen Cristianos y obran como si fuesen enemigos de Cristo. La culpa no proviene de nuestros estatutos y reglamentos, sino de la naturaleza humana. Hasta en algunas ramas exotéricas públicas se comprometen los miembros, en nombre de su YO Superior”, a llevar la vida prescripta por la Teosofía. Tienen que conseguir que su Divino Yo sea el guía de todo acto y pensamiento suyo, cada día y en cada momento de su vida. Un verdadero Teósofo debe “conducirse con justicia y caminar humildemente.”
PREG. ¿Qué entendéis por esto?
TEÓS. Sencillamente, que ha de olvidarse de sí mismo por los demás. Copiaré las palabras de un verdadero Filaleteo, miembro de la S. T., que lo ha expresado admirablemente en The Theosophist: “Lo que cada hombre necesita ante todo es estudiarse a sí mismo y hacer entonces un honrado inventario de su dominio subjetivo, y por malo que éste sea, cabe la redención si con verdadera resolución se propone alcanzarla”. ¿Pero cuántos lo hacen? Todos están dispuestos a trabajar por su propio desarrollo y progreso; muy pocos por el desarrollo y progreso de los demás. Citemos de nuevo al mismo autor: “Los hombres han sido engañados y burlados al extremo; tienen que destruir sus ídolos, dejarse de ficciones y trabajar para ellos (y aquí se ha dicho algo de más o de menos, porque al que trabaja para sí mismo, mejor le valdría no hacer nada); que trabaje al contrario: para los demás, para todos. Por cada flor de amor y caridad que plante en el jardín de su vecino, desaparecerá una mala hierba del suyo, y de tal modo la Humanidad, este jardín de los dioses, podrá florecer. En todas las Biblias, en todas las religiones, encontramos este concepto claramente expuesto; pero los hombres de mala fe lo han desnaturalizado primero y corrompido y materializado después. No se requiere una nueva revelación. Que cada hombre sea para sí mismo una revelación; que el espíritu inmortal del hombre tome posesión del templo de su cuerpo; que expulse del mismo a los mercaderes y demás impurezas, y su propia humanidad divina lo redimirá, porque cuando esté unido consigo mismo, entonces conocerá al “Arquitecto del Templo”.
PREG. Confieso que esto es altruismo puro.
TEÓS. Lo es. Y si sólo un Miembro de la S. T. entre diez quisiera practicarlo, sería indudablemente nuestra Sociedad un Cuerpo de elegidos. Pero entre los que no forman parte de la Sociedad hay quienes no verán jamás la diferencia esencial que existe entre la Teosofía y la Sociedad Teosófica; entre la idea y su representación imperfecta. Semejantes personas harán recaer cada falta, cada imperfección del vehículo (el cuerpo humano), sobre el espíritu puro que arroja en él su luz divina. ¿Es esto justo? Atacan a una asociación que lucha por la propagación de sus ideales contra tremendas fuerzas contrarias. Algunos desacreditan y calumnian a la Sociedad Teosófica sólo porque se atreven a intentar conseguir lo que otros sistemas (la Iglesia y el Estado Cristiano principalmente) no pudieron lograr, habiendo fracasado por completo en su intento; otros, porque quisieran conservar el estado de cosas existente: Fariseos y Saduceos en el lugar de Moisés, y publicanos y pecadores gozando y disfrutando en los altos puestos, como bajo el Imperio Romano durante su decadencia.
Las personas de sano y recto juicio debieran al menos tener en cuenta que el hombre que hace todo cuanto puede, hace tanto como aquel que más ha conseguido, en este mundo de relativas posibilidades. Esto es un axioma para los creyentes en los Evangelios, explicado en la parábola de los talentos entregados por el amo: El servidor que dobló sus dos talentos fue recompensado tanto como el otro compañero suyo, que había recibido cinco. A cada cual es dado “según su capacidad”.
PREG. Sin embargo, es difícil fijar una línea de demarcación entre lo abstracto y lo concreto en este caso, puesto que sólo tenemos lo último para formar una opinión.
TEÓS. ¿Por qué hacer entonces una excepción, tratándose de la Sociedad Teosófica?
La justicia, lo mismo que la caridad, deben empezar por la propia casa. ¿Atacaréis el Sermón de la Montaña y os burlaréis del mismo porque las leyes sociales, políticas y hasta religiosas, no solamente no han conseguido hasta ahora poner en práctica sus preceptos en su espíritu, sino siquiera en su letra muerta? Suprimid el juramento en los Tribunales, Parlamentos, Ejércitos y en todas partes, y haced lo que hacen los
Cuáqueros, si queréis llamaros Cristianos. Suprimid los Tribunales mismos, pues si queréis seguir los Mandamientos de Cristo habéis de dar vuestro abrigo al que de él os hubiera despojado, y presentar la mejilla izquierda al que os hiriera la derecha. “No os rebeléis contra el mal, amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os hacen sufrir, haced el bien a aquellos que os odian”, pues “el que infrinja en lo mínimo esos Mandamientos y así enseñase a hacerlo a los hombres, llamado será el último en el Reino de los Cielos”, y “el que llamase loco a su hermano, estará en peligro del fuego infernal.” No juzguéis a nadie si no queréis ser juzgados. Si se insiste en que entre la Teosofía y la Sociedad Teosófica no existe diferencia, se exponen el sistema Cristiano y su esencia misma a iguales acusaciones, pero en una forma más grave.
PREG. ¿Por qué más grave?
TEÓS. Porque mientras los que dirigen el movimiento Teosófico, reconociendo plenamente sus deficiencias, hacen cuanto pueden para corregirlas y arrancar el mal que existe en la Sociedad; mientras sus reglamentos y leyes propias están basados en el espíritu teosófico, los legisladores e Iglesias de las naciones que se llaman Cristianas hacen lo contrario. Hasta los peores entre nuestros miembros, no son peores que el cristiano ordinario. Además, si tanta dificultad hallan los Teósofos Occidentales en llevar una vida verdaderamente teosófica, es porque todos son hijos de su generación.
Todos eran Cristianos, educados en la sofistería de su Iglesia, de sus costumbres sociales y hasta de sus leyes paradójicas. Tales eran antes de ser Teósofos, o mejor dicho, miembros de la Sociedad de este nombre, ya que nunca repetiremos bastante que entre el ideal abstracto y su vehículo existe una importantísima diferencia.
PREG. ¿Se aplica en la Sociedad algún sistema de ética?
TEÓS. Bastante clara y fácil es la nuestra para el que quiera seguirla. Es la esencia de la ética del mundo, sacada de las enseñanzas de todos los grandes reformadores del Universo. En ella veréis representados a Confucio y Zoroastro, Lao–Tse y el Bhagavat–Gîtâ, los preceptos de Gotama Buddha y Jesús de Nazaret, de Hillel y su escuela; así como los de Pitágoras, Sócrates, Platón y sus respectivas escuelas.
PREG. ¿Siguen los miembros de la Sociedad esos preceptos? Tengo entendido que existen grandes disensiones y disputas entre ellos.
TEÓS. Es muy natural; pues aunque la reforma, en su estado actual, puede considerarse como nueva, los hombres y las mujeres que hay que reformar no son sino las mismas naturalezas humanas pecadoras de los tiempos pasados. Como ya se dijo, son pocos los miembros activos, celosos y ardientes; pero muchos son los sinceros y bien dispuestos que tratan de sostener lo mejor que pueden los ideales de la Sociedad y los suyos propios. Es deber nuestro el ayudar a los miembros, individualmente, en el progreso intelectual, moral y espiritual, y no censurar o condenar a los que yerran y fracasan. No tenemos, estrictamente hablando, derecho para negar la admisión a persona alguna especialmente en la Sección Esotérica de la Sociedad en la cual “el que entra es igual a un recién nacido”. Pero si cualquier miembro, a pesar de sus compromisos sagrados, contraídos bajo su palabra de honor y en nombre del “Yo” inmortal, sigue después de ése “nuevo nacimiento” con los vicios y defectos de la antigua vida, tolerándolos y satisfaciéndolos no obstante pertenecer a la Sociedad, entonces, naturalmente, es más que probable que se le pondrá en el trance de adimitir o, en caso de negarse a ello, será expulsado. Tenemos reglas estrictas para tales circunstancias.
PREG. ¿Podéis citar algunas de ellas?
TEÓS. Sí. Ningún miembro de la Sociedad, sea exotérico o esotérico, tiene derecho a imponer sus opiniones personales a otro miembro. Ésta es una ofensa contra la Sociedad en general. Respecto a la Sección Interior, llamada ahora Esotérica, la siguiente regla ha sido presentada y adoptada desde el año 1880: “No podrá ningún hermano, servirse para su uso egoísta, de ningún conocimiento que se le comunique por cualquier miembro de la primera sección (actualmente, “un grado” superior), siendo la violación de esta regla castigada con la expulsión”. Antes que puedan ser comunicados esos conocimientos, ha de comprometerse el aspirante, bajo juramento solemne, a no usarlos con miras egoístas, ni a revelar nada de lo que se le ha confiado, si no está autorizado para ello.
PREG. ¿Pero puede una persona expulsada de la Sección, o dimisión, revelar lo que pueda haber aprendido o violar cualquier cláusula del compromiso adquirido?
TEÓS. No, ciertamente. Su expulsión o dimisión sólo la relevan de la obligación de obediencia al maestro, y de tomar parte activa en la obra de la Sociedad; pero no seguramente del sagrado compromiso del secreto.
PREG. ¿Es esto razonable y justo?
TEÓS. Seguramente. Para todo hombre o mujer dotado aun del mínimo sentimiento del honor, su promesa del secreto, tomada bajo su palabra de honor, y mucho más, en nombre de su Yo superior (el Dios interno), es inviolable mientras viva. Y aunque pueda dejar de formar parte de la Sección y de la Sociedad, ningún hombre o mujer dignos pensará en atacar o perjudicar a una corporación a que pertenecen en virtud de semejante compromiso.
PREG. Sin embargo, ¿no es esto extremar las cosas?
TEÓS. Puede que sí, teniendo en cuenta la relajación de estos tiempos y de la moral; mas si la promesa no fuera firme, ¿qué necesidad habría de compromiso alguno?
¿Cómo puede uno aspirar a que se lo instruya en la ciencia secreta, si ha de quedar en libertad de eximirse cuando le plazca de todas las obligaciones que se ha impuesto?
¿Qué seguridad, confianza o crédito podrían existir jamás entre los hombres, si compromisos tales no hubiesen de tener valor o fuerza real alguna? Creedme; la ley de retribución (Karma) daría su merecido muy pronto a aquel que de tal modo quebrantase su compromiso; tan pronto, quizás, como se manifestaría el desprecio de todo hombre honrado, hasta en este mismo plano físico. Como dice muy bien el Path,julio 1889 (Nueva York), respecto a este asunto: “Una vez adquirido un compromiso, nos obliga para siempre en el mundo moral y en el mundo oculto. Si alguna vez lo violamos y sufrimos las consecuencias, esto no nos justifica para violarlo de nuevo; y siempre que así lo hagamos, reaccionará sobre nosotros la poderosa balanza de la Ley (de Karma).
PREG. ¿Queréis ahora explicar los medios por los cuales os proponéis llevar a cabo el segundo objeto?
TEÓS. Reuniendo para la biblioteca de nuestro Centro General de Adyar, Madrás (y los miembros de las Ramas para sus bibliotecas locales), todas las mejores obras que podamos, acerca de las religiones del mundo. Presentando por escrito informes correctos sobre las varias filosofías, tradiciones y leyendas antiguas, y difundiéndolas prácticamente por medio de la traducción y publicación de obras originales de valor, extractos y comentarios sobre las mismas, e instrucciones orales de personas versadas en sus respectivos conocimientos.
PREG. ¿Y acerca del tercer objeto, el de desarrollar en el hombre sus poderes latentes, espirituales o psíquicos?
TEÓS. También debe éste llevarse a cabo por medio de publicaciones, en los puntos donde no son posibles las reuniones y enseñanzas personales. Nuestro deber es conservar vivas en el hombre sus intuiciones espirituales. Oponernos y combatir, después de la debida investigación y prueba de su naturaleza irracional, la superstición en todas sus formas, religiosa, científica o social, y la hipocresía sobre todo, sea como espíritu religioso de secta o como creencia en milagros o cualquier cosa sobrenatural.
Lo que hemos de tratar de conseguir es el conocimiento de todas las leyes de la naturaleza, y difundirlo. Fomentar, el estudio de esas leyes menos comprendidas por la gente moderna, las llamadas Ciencias Ocultas, basadas en el verdadero conocimiento de la Naturaleza, en vez de serlo como al presente, en creencias supersticiosas, fundadas en la le ciega y en la autoridad. Aunque fantásticos, a veces los conocimientos y tradiciones populares, después de depurados, pueden llevarnos al descubrimiento de
importantes secretos de la Naturaleza, perdidos hace mucho tiempo.
La Sociedad, por lo tanto, al seguir esa línea de investigación, espera ensanchar el campo de la observación científica y filosófica.
PREG. ¿Cómo?
TEÓS. Demostrando sencillamente, en el terreno lógico, filosófico, metafísico y hasta científico, que:
a) Todos los hombres tienen espiritual, y físicamente el mismo origen; lo que constituye la doctrina fundamental de la Teosofía.
b) Que teniendo la humanidad una misma y única esencia, y siendo esa esencia una –infinita, increada y, eterna, ya la llamemos Dios o Naturaleza–, nada, por lo tanto, puede afectar a una nación o a un hombre sin afectar a todas las demás naciones y a todos los demás hombres. Tan cierto y obvio es esto, como que una piedra tirada en un estanque pondrá en movimiento pronto o tarde toda gota de agua en él contenida.
PREG. Pero ésta no es la doctrina de Cristo, sino más bien una noción panteísta.
TEÓS. Aquí es donde os equivocáis. Es puramente Cristiana, aunque no Judaica, y, por consiguiente, quizás prefieran ignorarla las naciones Bíblicas.
PREG. Ésta es una acusación injusta. ¿Dónde están vuestras pruebas?
TEÓS. Están a la mano. Se atribuyen a Cristo estas palabras: “Amaos los unos a los otros” y “Amad a vuestros enemigos, pues si solo amáis a aquellos que os amen, ¿qué mérito tenéis? ¿Acaso los publicanos 11 mismos no lo hacen? Y si sólo saludáis a vuestros hermanos, ¿qué más hacéis que los demás? ¿No lo hacen acaso los mismos publícanos?” Éstas son las palabras de Cristo.
Pero el Génesis IX, 25, dice: “Maldito sea Canaán; siervo de los siervos será entre sus hermanos”. Y la gente Cristiana, pero Bíblica, prefiere la ley de Moisés a la ley amorosa de Cristo. Basan en el Antiguo Testamento, que se presta a todas sus pasiones, sus leyes de conquista, anexión y tiranía, respecto de las razas que llaman inferiores. Sólo la historia puede darnos una idea, aunque imperfecta, de los crímenes, cometidos con el apoyo de ese pasaje infernal del Génesis (tomado al pie de la letra)12.
PREG. Habéis dicho que la identidad de nuestro origen físico, está probada por la ciencia, y la de nuestro origen espiritual por la Religión de la Sabiduría. Sin embargo, no dan muestras los Darwinistas de afección fraternal muy grande.
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11 Publicanos, considerados como ladrones y rateros en aquellos tiempos.
Tanto el nombre como la profesión de publicano eran entre los judíos las cosas más odiosas de este mundo. No se les permitía penetrar en el templo, y Mateo (XVIII, 17 )habla de un pagano y de un publicano como de cosas idénticas. Sin embargo, eran tan solo los recaudadores de impuestos romanos, y ocupaban la misma posición que los empleados oficiales ingleses, en la India y en otros países conquistados, ocupan hoy día.
12 “Al fin de la Edad Media, la esclavitud, dominada por fuerzas morales,había desaparecido
de Europa en general; pero ocurrieron dos acontecimientos importantes, que anularon al poder moral que obraba sobre la sociedad europea, y dieron rienda suelta a una serie de calamidades tales, que casi puede decirse que jamás se han conocido otras mayores.
Uno de esos acontecimientos fue el primer viaje a una costa populosa y bárbara, donde los seres humanos eran un artículo usual de tráfico; y el otro, el descubrimiento de un Nuevo Mundo, en el que se abrieron veneros de riqueza, para cuya explotación sólo faltaba llevar brazos que trabajasen. Durante cuatrocientos años, hombres, mujeres y niños eran separados de todos los que conocían y amaban, y se los vendían en las costas de África a traficantes extranjeros; se los cargaba de cadenas en la sentina de los buques (encerrando juntos a menudo a los vivos y los muertos durante horribles travesías); y según Bancroff, historiador imparcial, de tres millones y pico de seres, doscientos cincuenta mil fueron arrojados al agua durante aquella época, mientras que el resto era condenado a indecible miseria y sufrimiento cruel en las minas, o a gemir bajo el látigo en los cañaverales y arrozales. La culpabilidad de este gran crimen recae sobre la Iglesia Cristiana. ”En nombre de la Santísima Trinidad” el Gobierno español firmó más de diez tratados autorizando la venta de quinientos mil seres humanos. En 1562 Sir John Hawkins se hizo a la mar para emprender el viaje infernal que tenía por objeto comprar esclavos en África para venderlos en las Indias Occidentales, en un buque que llevaba el nombre sagrado de Jesús; e Isabel, la reina Protestante, lo recompensó por su éxito en esta primera aventura de los ingleses en aquel inhumano tráfico, autorizándolo a llevar como escudo de armas “un medio moro en su color natural, ligado con una cuerda”, o en otras palabras, a un esclavo negro encadenado.” (Conquistas de la Cruz. – Tomado de Agnostic Journal).
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TEÓS. Precisamente. Esto es lo que demuestra la deficiencia de los sistemas materialistas, y prueba que nosotros, los Teósofos, tenemos razón. La identidad de nuestro origen físico no alcanza ni estimula nuestros sentimientos más elevados y profundos. Privada de su alma y espíritu, o de su esencia divina, la materia no puede hablar al corazón humano. Pero una vez probada, y grabada profundamente en nuestros corazones, la identidad del alma y del espíritu del hombre real, inmortal, según nos enseña la Teosofía, esto nos conducirá lejos en el camino de la verdadera caridad y buen deseo fraternales.
PREG. Mas, ¿cómo explica la Teosofía el origen común del hombre?
TEÓS. Enseñando que la raíz de toda la naturaleza, objetiva y subjetiva, y todo en el Universo, visible o invisible, es, era y será siempre una esencia absoluta de la que todo parte y a la que todo vuelve. Ésta es la filosofía Aria, representada por completo tan sólo por los Vedantinos y el sistema Buddhista.
Con este fin, es deber de todos los Teósofos fomentar por todos los medios prácticos y en todas las naciones la difusión de la educación antisectaria.
PREG. ¿Qué recomiendan, además de esto, los estatutos de la Sociedad a sus miembros? Me refiero al plano físico.
TEÓS. La organización de la sociedad descrita por Eduardo Bellamy en su magnífica obra Looking Backwards (Mirando atrás), representa admirablemente la idea teosófica respecto a cuál habría de ser el primer gran paso hacia la completa realización de la fraternidad universal. El estado de cosas que describe no alcanza la perfección, porque aún existe y obra el egoísmo en el corazón de los hombres. Pero, en general, el egoísmo y el individualismo han sido dominados por el sentimiento de solidaridad y fraternidad
mutuos; y el plan de vida descrito en la obra reduce a un mínimum las causas que tienden a crear y alimentar el egoísmo.
PREG. ¿De modo que, como Teósofos, tomaríais parte en todo esfuerzo que tendiese a
la realización de semejante ideal?
TEÓS. Ciertamente; y lo hemos probado con hechos. ¿No habéis oído hablar de los Clubes y del partido Nacionalista, que han surgido en América desde la publicación de la obra de Bellamy? Van ganando terreno cada día, y con el tiempo irán ganando más y más. Pues bien; esos clubes y ese partido fueron creados al principio por Teósofos. Uno de los primeros, el Club Nacionalista de Boston (Massachussets), tiene dos Teósofos por Presidente y Secretario, y la mayoría de su consejo ejecutivo pertenece a la Sociedad Teosófica. En la constitución de todos los clubes y en la del partido que están formando, la influencia Teosófica y de la Sociedad es franca y abierta, porque toman todos como base, como primero y fundamental principio, la Fraternidad humana, tal como la enseña la Teosofía.
En su declaración de Principios, dicen: “El principio de la Fraternidad es una de las verdades eternas que dirigen el progreso del mundo por caminos que distinguen la naturaleza humana de la naturaleza del bruto”. ¿Qué más teosófico que esto? Pero no basta. Lo que es necesario también es grabar en los hombres la idea de que si el origen de la humanidad es uno, debe entonces haber igualmente una verdad común en todas las diferentes religiones, excepto en la judía, puesto que ni en la KábaIa misma se encuentra expresada.
PREG. Esto se refiere al origen común de las religiones, y aquí puede que tengáis razón.
Pero, ¿cómo puede aplicarse a la Fraternidad práctica en el plano físico?
TEÓS. Primero, porque lo que es verdad en el plano metafísico, también debe serlo en el físico. Segundo, porque no existe causa más poderosa de odio y disputas que las diferencias religiosas. Cuando una parte de la humanidad se cree única poseedora de la verdad absoluta, es muy natural que considere a su vecino sumido en el error o en poder del Diablo. Mas, conseguir demostrar que nadie posee toda la verdad, sino que las distintas ideas se complementan mutuamente; que la verdad completa sólo puede encontrarse en la unión de las diversas opiniones, después de haber sido eliminado todo lo falso de cada una de ellas: entonces, la verdadera fraternidad, en religión, podrá ser un hecho. Lo mismo puede aplicarse al mundo físico.
PREG. Os ruego desarrolléis más vuestra idea.
TEÓS. Tomad un ejemplo. Una planta se compone de raíz, tronco, tallos y hojas. Del mismo modo, la humanidad, como un todo, es el tronco que procede de la raíz espiritual; el tronco es la unidad de la planta. Atacado el tronco, es evidente que cada rama y cada hoja se ha de resentir. Así sucede con la humanidad.
PREG. En efecto; pero si sólo se ataca una hoja o una rama, no se daña a toda la planta.
TEÓS. ¿De manera que creéis que perjudicando a un hombre no perjudicáis a la humanidad? ¿Ignoráis que hasta la ciencia materialista enseña que cualquier perjuicio, por ligero que sea, causado a una planta, ha de afectar por completo a su futuro desarrollo? Estáis, por lo tanto, en un error, y la analogía es perfecta. No tenéis en cuenta el hecho de que puede a menudo resentirse todo el cuerpo de resultas de una cortadura en un dedo e influir en todo el sistema nervioso; y he de haceros presente que puede haber otras leyes espirituales que operen sobre las plantas y los animales, así como sobre la humanidad; si bien, como no reconocéis su acción en plantas y animales, podéis negar su existencia.
PREG. ¿A qué leyes os referís?
TEÓS. Las llamamos leyes kármicas; pero no podréis comprenderla significación completa del término a no ser que estudiéis Ocultismo. Mi argumento, sin embargo, no se apoyaba en la suposición de esas leyes, sino solamente en la analogía de la planta. Extended esa idea, aplicadla universalmente, y pronto veréis que en la filosofía verdadera cada acción física tiene su efecto moral y eterno. Perjudicad a un hombre, causándole un daño corporal; pensaréis que su pena y su sufrimiento no pueden en modo alguno afectar a sus prójimos, y mucho menos a hombres de otras naciones. Nosotros afirmamos que si lo hará a su debido tiempo. Decimos, por consiguiente, que mientras cada hombre no comprenda y acepte, como una verdad axiomática, que perjudicando a otro nos perjudicamos, no sólo a nosotros mismos, sino, a la larga, a toda la humanidad, no son posibles en la tierra sentimientos fraternales, tales como los que predicaron todos los grandes Reformadores, sobre todo Buddha y Jesús.
PREG. ¿Cuáles son los fines de la Sociedad Teosófica?
TEÓS. Son tres, desde su comienzo:
1º) Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de la Humanidad, sin distinción de raza, color, sexo o credo.
2º) Fomentar el estudio de las Escrituras, de las Religiones y las Ciencias del Mundo, tanto Arias como las otras, y reivindicar la importancia de la antigua literatura Asiática y principalmente de las filosofías Brahmánica, Buddhista y Zoroastriana.
3º) Investigar los misterios ocultos de la Naturaleza bajo todos los aspectos posibles, y los poderes psíquicos y espirituales latentes, especialmente en el hombre. Tales son, en líneas generales, los tres objetos
principales de la Sociedad Teosófica.
PREG. ¿Podéis darme informes más detallados respecto de los mismos?
TEÓS. Podemos dividir cada uno de esos tres objetos en tantas cláusulas como fuesen necesarias.
PREG. Empecemos, en tal caso, por la primera, ¿De qué medios os valdréis para despertar semejante sentimiento de fraternidad entre razas completamente distintas en sus religiones, costumbres, creencias y modo de pensar?
TEÓS. Permitidme añadir lo que, según parece, no quisierais expresar. Sabemos ciertamente que, excepto cuando dos restos de razas –los Parsis y los Judíos–, toda nación está en discordia, no sólo contra todas las otras naciones, sino hasta dentro de ella misma. Esto lo encontramos sobre todo en las llamadas naciones Cristianas civilizadas. De ahí proviene vuestra extrañeza, y la razón por la cual nuestro primer objeto os parece una utopía. ¿No es cierto?
PREG. Es verdad; pero ¿qué podéis decir contra esto?
TEÓS. Nada contra el hecho; pero mucho sobre la necesidad de atajar las causas que hacen que la Fraternidad Universal sea en el presente una utopía.
PREG. ¿Cuáles son, según vuestra opinión, esas causas?
TEÓS. Primero, y sobre todo, el egoísmo propio de la naturaleza humana. En vez de combatirse ese egoísmo, cada día adquiere mayor fuerza; y es estimulado por la educación religiosa actual, convirtiéndose en un sentimiento feroz e irresistible, que dicha educación no solamente tiende a fomentar, sino a justificar positivamente. Las ideas de las gentes respecto al bien y al mal han sido pervertidas por completo por la
aceptación literal de la Biblia Hebraica. Todo el desinterés de las doctrinas altruistas de Jesús se ha convertido en tema puramente teórico para la oratoria del púlpito, mientras que los preceptos de egoísmo práctico enseñados en la Biblia Mosaica, contra los que el Cristo predicó tan en vano, se han incrustado en la vida más íntima de las naciones occidentales. “Ojo por ojo y diente por diente” ha venido a ser la primera
máxima de sus leyes. Pues bien; declaro abiertamente, y sin temor, que sólo la Teosofía puede extirpar la perversidad de esa doctrina, así como la de tantas otras.
PREG. Entiendo hasta cierto punto las doctrinas teosóficas; pero observo que son mucho más complicadas y metafísicas que las del espiritismo o las ideas religiosas corrientes. ¿Podéis explicarme cómo ha despertado este sistema de la Teosofía, que defendéis, tanto interés y tanta animosidad al mismo tiempo?
TEÓS. Creo que existen varias razones para ello. Entre otras causas que pueden citarse, figura primeramente la gran reacción que existe, hija de las groseras teorías materialistas que hoy prevalecen entre los hombres de ciencia. En segundo lugar, el descontento general respecto de la teología artificial de las diferentes Iglesias Cristianas, y el número cada vez mayor de sectas que se combaten unas a otras. Tercero, una percepción creciente del hecho de que las creencias que se contradicen tan evidentemente unas a otras, no pueden ser verdaderas, y que pretensiones no comprobadas no pueden ser reales. A esa natural desconfianza en las religiones convencionales hay que añadir el fracaso completo de las mismas, en cuanto a la conservación de la moral y la purificación de la sociedad y de las masas. Cuarto, la
convicción en muchos, y el saber en algunos, de que debe existir en alguna parte un sistema filosófico y religioso que ha de ser científico y no solamente especulativo.
Finalmente, la creencia de que quizás tal sistema haya de buscarse en doctrinas que se anticiparon con mucho a toda, fe moderna.
PREG. Mas ¿cómo ha venido ese sistema a revelarse precisamente ahora?
TEÓS. Porque precisamente ahora encontraron ocasión propicia y preparada la época para ello; lo que se prueba por el decidido esfuerzo y el empeño de tantos ardientes escritores y sabios en alcanzar la verdad, cueste lo que cueste y en cualquier parte que
eso oculta. Teniendo esto en consideración, los depositarios de la misma permitieron que algunas partes de esa verdad, al menos, fuesen divulgadas. Si se hubiese diferido la formación de la Sociedad Teosófica para unos cuantos años más adelante, una mitad de las naciones civilizadas sería a estas horas materialista declarada, y antropomorfista y fenomenalista la otra mitad.
PREG. ¿Hemos de considerar a la Teosofía en algún modo como una revelación?
TEÓS. De ninguna manera, ni siquiera en el sentido de una velación de algunos seres superiores, sobrenaturales, o al menos, sobrehumanos; sino solamente en el sentido de un “descubrimiento” de antiguas, muy antiguas verdades, ante inteligencias hasta ahora ignorantes de las mismas; ignorantes hasta de la existencia y conservación de tal ciencia arcaica 10.
PREG. Habéis hablado de “animosidad.” Si la verdad es tal como la representa la Teosofía, ¿por qué ha encontrado tanta oposición y poca aceptación en general?
TEÓS. Por muchas y diversas razones, una de las cuales consiste en el odio que sienten los hombres a las “innovaciones”, como suelen llamarlas. El egoísmo es esencialmente conservador, y odia que lo molesten. Prefiere la mentira fácil y cómoda, a la verdad más grande, si requiere esta última un sacrificio personal, por insignificante que sea. Grande es el poder de la inercia mental cuando se trata de algo que no produzca un beneficio y recompensa inmediatos. Nuestra época es eminentemente antiespiritual y práctica. Además, hay que tener en cuenta la índole especial de las
enseñanzas Teosóficas; la naturaleza eminentemente abstracta de sus doctrinas,
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10 Está de moda, particularmente desde hace poco tiempo, ridiculizar la noción de que haya existido nunca otra cosa más que impostura sacerdotal en los misterios de pueblos grandes y civilizados, como lo fueron los Egipcios, los Griegos o los Romanos. Preténdese que hasta los Rosacruces mismos eran una especie de lunáticos y de impostores. Numerosos libros se han escrito acerca de ellos; y principiantes que apenas conocían ese nombre pocos años antes, se han presentado como grandes críticos y gnósticos,
acerca de la Alquimia, de los filósofos del fuego y del misticismo en general. Se sabe, sin embargo, que una larga serie de Hierofantes de Egipto, de la India, de Caldea y de Arabia, así como los más grandes filósofos y sabios de Grecia y del occidente, incluyeron bajo la designación de Sabiduría y Ciencia Divina todo conocimiento, porque consideraban la base y el origen de todo arte y ciencia como esencialmente divino. Platón tenía por sacratísimos a los misterios; y Clemente de Alejandría, que había sido iniciado
en los misterios Eleusinos, declaró que” las doctrinas que en ellos se enseñaban contenían la meta de todo saber humano.” ¿Eran Platón y Clemente dos impostores, dos locos, o ambas cosas a la vez?
algunas de las cuales contradicen abiertamente muchas extravagancias humanas tenidas en aprecio por los sectarios, y que han penetrado en el corazón mismo de las creencias populares. Si a todo esto se agregan los esfuerzos personales y la gran pureza de vida exigidos a los que aspiran a figurar entre los discípulos del círculo interior, y la clase muy limitada de personas a las que atrae un código o reglamento enteramente desinteresado y altruista, se comprenderá fácilmente por qué está destinada la Teosofía a una labor tan lenta y tan ruda. Es esencialmente la filosofía de los que sufren y han perdido toda esperanza de encontrar alivio y socorro en las luchas de la vida, por ningún otro medio. Además, la historia de todo sistema de creencias o moral recientemente introducido en suelo extranjero demuestra que sus comienzos son siempre combatidos por todos los medios y obstáculos que tanto el oscurantismo como el egoísmo pueden sugerir. “La corona del innovador es, en verdad, una corona de espinas. No pueden echarse por tierra sin peligro alguno los antiguos y ruinosos edificios.”
PREG. Todo esto se refiere más bien a la filosofía y ética de la Teosofía. ¿Podéis darme una idea general de la Sociedad Teosófica, su objeto y estatutos?
TEÓS. Jamás se ha guardado secreto sobre ello. Preguntad y contestaré con exactitud.
PREG. He oído decir que estabais ligados por compromisos o juramentos.
TEÓS. Sólo en la Sección “Esotérica” o Secreta.
PREG. También he oído que algunos miembros, después de haberse dado de baja, no se consideraban como ligados por aquellos. ¿Pueden hacerlo?
TEÓS. Esto demuestra que su concepto del honor es un concepto imperfecto. ¿Cómo pueden hacerlo? Como dice muy bien el Path (Sendero), nuestro órgano teosófico en Nueva York, respecto a un caso análogo: “Supóngase que se forma consejo de guerra a un soldado por faltar al juramento y a la disciplina, y que es expulsado del servicio. Lleno de rabia ante el castigo merecido, cuyas consecuencias no ignoraba, por haber sido claramente advertido de las mismas, el soldado se pasa al enemigo y le da informes cual espía y traidor, para vengarse del que era su jefe, pretendiendo quedar relevado del juramento de lealtad a su causa, por efecto del castigo que se le impusiera”. ¿Creéis que tiene razón, que está justificado? ¿No opináis que merece se lo considere como un hombre sin honor, como un cobarde?
PREG. Tal creo; pero otros piensan de distinto modo.
TEÓS. Tanto peor para ellos. Pero hablaremos de este asunto más adelante.
PREG. ¿Pero no creéis en el Espiritismo?
TEÓS. Si por “Espiritismo” os referís a la explicación que dan los Espiritistas de algunos fenómenos anormales, declaramos decididamente, en este caso, que no. Ellos sostienen que todas esas manifestaciones son producidas por los “espíritus” de los muertos, sus parientes generalmente, que vuelven a la tierra, según dicen, para comunicarse con los que han querido o con aquellos a quienes les une el afecto.
Negamos este punto en absoluto. Afirmamos que los espíritus de los muertos no pueden volver a la tierra –salvo en casos raros y excepcionales, de los que hablar más adelante–; ni tampoco se comunican con los hombres, excepto por medios enteramente
subjetivos. Lo que aparece objetivamente es tan sólo el fantasma del hombre “ex físico”. Pero creemos decididamente en el Espiritismo psíquico, o por decirlo así, “Espiritual”.
PREG. ¿Negáis también los fenómenos?
TEÓS. No, por cierto; salvo en caso de engaño consciente.
PREG. ¿Cómo los explicáis, pues?
TEÓS. De muchas maneras. No son las causas de tales manifestaciones tan simples como creen los Espiritistas. Ante todo, el deus ex machina de las llamadas “materializaciones” es generalmente el cuerpo astral o “doble” del médium, o bien de
otra persona presente. También es ese cuerpo astral el productor o fuerza activa en las manifestaciones de escritura sobre pizarras, como las de “Davenport”.
PREG. Decís “generalmente”. ¿Qué es lo que produce lo demás entonces?
TEÓS. Depende de la naturaleza de las manifestaciones. A veces los restos astrales, las cáscaras (shells) kamalóquicas de las personalidades que fueron; y otras, los elementales. “Espíritu” es una palabra de múltiple y lato significado. Ignoro, en realidad, lo que entienden por ese término los Espiritistas; pero lo que pretenden, según, nuestro entender, es que los fenómenos físicos son producidos por el Ego que se reencarna, por la “individualidad” espiritual e inmortal. Rechazamos enteramente esa hipótesis. La individualidad consciente de los muertos no puede materializarse, ni
abandonar su propia esfera mental devachánica, para volver al plano de objetividad terrestre.
PREG. Sin embargo, muchas comunicaciones recibidas de los “espíritus” revelan no sólo inteligencia, sino conocimiento de hechos ignorados por el médium, y algunas veces hasta hechos que no están conscientemente presentes en el espíritu del investigador o
de cualquiera de los que componen la reunión.
TEÓS. Esto no prueba necesariamente que la inteligencia y el conocimiento que mencionáis pertenezcan a espíritus o emanen de almas desencarnadas. Ha habido sonámbulos que componían música, poesía y resolvían problemas matemáticos durante su período de éxtasis, sin haber tenido nunca conocimientos de música ni de matemáticas. Otros contestaban inteligentemente a las preguntas que se les dirigían, y en varios casos hasta hablaban idiomas, como el Hebreo y el Latín, que desconocían por completo en estado de vigilia, y todo esto mientras estaban profundamente
dormidos. ¿Sostendréis que esos fenómenos eran producidos por los “espíritus?”
PREG. ¿Cómo explicáis esto?
TEÓS. Afirmamos que, siendo la chispa divina en el hombre una e idéntica en su esencia con el Espíritu Universal, nuestro “Yo espiritual” es prácticamente omnisciente; pero que por los impedimentos de la materia no debe manifestar su saber. Cuanto más desaparezcan esos impedimentos; en otras palabras, CUANTO MÁS SE PARALICE EL CUERPO FÍSICO POR LO QUE TOCA A SU ACTIVIDAD Y CONCIENCIA PROPIAS E INDEPENDIENTES, como en estados de sueño profundo, PROFUNDO ÉXTASIS, o también de enfermedad, más perfectamente podrá manifestarse el Yo interior en este plano. Tal es nuestra explicación acerca de esos fenómenos de un orden elevado verdaderamente asombroso, en los que se muestra una inteligencia y un saber innegables. En cuanto a las manifestaciones de orden inferior, como los fenómenos físicos, las vulgaridades y charlas del consabido “espíritu”, necesitaríamos (para explicar
tan sólo nuestras más importantes doctrinas, con respecto a este punto) más tiempo y espacio del que podemos por ahora dedicar al asunto.
No es nuestro deseo intervenir en las creencias de los Espiritistas, como tampoco en las demás creencias El onus probandi debe recaer en los que creen en los “espíritus”; y actualmente los directores y los más inteligentes e instruidos entre los espiritistas, si bien convencidos aún de que las manifestaciones de orden más elevado tienen por causa las almas desencarnadas, son los primeros en confesar que no todos los fenómenos son producidos por espíritus.
Llegarán gradualmente a reconocer la verdad entera; pero, mientras tanto, no tenemos el derecho ni el deseo de convertirlos a nuestras opiniones, tanto menos cuanto que, en los casos de manifestaciones puramente psíquicas y espirituales, creemos en la comunicación mutua del espíritu del hombre viviente con el de las personalidades
desencarnadas”.
PREG. ¿Es decir, que rechazáis la filosofía del espiritismo in toto?
TEÓS. Si por “filosofía” entendéis sus mal definidas e informes teorías, la rechazamos, en efecto. Mas en realidad no poseen filosofía alguna. Sus mejores, más intelectuales y ardientes defensores así lo dicen. Nadie negará ni podrá negar, excepto algún
materialista ciego de la escuela de Huxley, su fundamental e incontestable verdad, es decir, que los fenómenos se manifiesten por los médiums, dirigidos por fuerzas invisibles e inteligentes. Respecto a su filosofía, permitidme que os lea lo que dice el inteligente editor del Light (la Luz), el defensor más ardiente e ilustrado con que cuentan los espiritistas. He aquí lo que escribe “M. A. Oxon” uno de los muy contados Espiritistas filosóficos, tocante a su falta de organización y ciego fanatismo: “Merece considerarse este punto seriamente, pues la importancia y gravedad del momento es vital.
Poseemos una experiencia y un conocimiento, fuera de los cuales todo otro conocimiento resulta comparativamente insignificante. El espiritista común se irrita si cualquiera se atreve a impugnar su indudable conocimiento del futuro y su absoluta certeza respecto a la vida venidera. Mientras otros hombres han unido sus débiles manos, que tantean en el sombrío y secreto futuro, él marcha audazmente como quien posee un mapa y no duda del camino.
Cuando a otros les ha bastado una piadosa aspiración o se han contentado con una fe hereditaria, él se jacta de saber lo que los otros sólo creen y alardea de que con sus vastos conocimientos puede suplir lo deficiente de las creencias, que hoy agonizan, basadas tan sólo en la esperanza. Es arrogante en sus procedimientos respecto a las esperanzas más caras y predilectas del hombre. Parece decir: “Esperáis en aquello que yo puedo demostrar. Habéis aceptado una creencia tradicional en todo aquello que puedo probar experimentalmente conforme al más estricto método científico. Van decayendo las antiguas creencias; separaos de ellas, pues contienen tanto error como verdad.
Sólo Decimos que en tales casos no son los espíritus de los muertos los que descienden a la tierra, sino los espíritus de los vivos los que ascienden a la región de las Almas Espirituales puras. En realidad no existe ni el ascenso ni el descenso, sino un cambio de estado o condición para el médium. Al paralizarse o entrar en “trance” el cuerpo de éste último, el Ego espiritual se liberta de sus trabas y se encuentra en el mismo plano de conciencia que los espíritus desencarnados. De aquí que si hay alguna atracción espiritual entre éstos y aquel Ego, se pueden entonces comunicar, como sucede a menudo durante el sueño.
La diferencia entre una naturaleza mediumnística y otra no sensitiva es la siguiente: El espíritu del médium, en libertad, tiene facultad y facilidad para influir en los órganos pasivos de su cuerpo físico aletargado, haciéndole actuar, hablar y escribir a voluntad.
El Ego puede hacerle repetir, como un eco, en el lenguaje humano cuyo Ego no tenga una libre correspondencia, durante el sueño de su cuerpo, con aquellos que ha amado y perdido, sin embargo, por razón de lo positivo y no receptivo de su envoltura física y de su cerebro, ningún recuerdo le queda cuando se despierta, salvo a veces alguna idea oscura de un sueño muy vago.
construyendo sobre la base de hecho demostrado es como puede el edificio poseer la solidez y la estabilidad necesarias. Todos los antiguos cultos se derrumban. Huid de ellos para que no os aplasten cogiéndoos en su caída. “Cuando se encuentra uno cara a cara con una persona semejante, ¿qué resulta? Una cosa muy curiosa y poco agradable.
Tan seguro está del terreno que pisa, que no se toma la
molestia de asegurarse de la interpretación de los demás sobre sus hechos. La sabiduría de los siglos se ha cuidado de dar la explicación de lo que con razón considera como probado; pero él no dedica tiempo alguno a su estudio.
Tampoco está completamente de acuerdo con sus hermanos espiritistas. Es aquello de la historia de la vieja Escocesa que junto con su marido formaba una “iglesia”. Tenían ciertas llaves exclusivas para el Cielo, o mejor dicho, ella las guardaba, pues “no tenía mucha confianza en Diego”.
Lo mismo sucede con las sectas Espiritistas, divididas y subdivididas hasta lo infinito, y cuyos individuos no están muy seguros unos de otros”. Además, la experiencia colectiva de la humanidad es unánime en que la unión es la fuerza y la desunión el origen de la debilidad y de los fracasos.
Un puñado de hombres, instruidos y disciplinados, se convierte en un ejército, y cada hombre vale por cien indisciplinados que le hagan frente. En cada departamento del trabajo humano, la organización es sinónima de éxito, de economía de tiempo y fatiga, de beneficio y desarrollo.
La falta de método, de plan; el trabajo inconstante, la energía vacilante y el esfuerzo indisciplinado conducen al completo fracaso. La voz de los siglos atestigua la verdad. ¿Acepta el espiritista el fallo y obra en consecuencia? No, ciertamente. Se rebela contra la organización. Cada uno es ley para sí mismo, y espina para sus vecinos” (Light, junio 22, 1889).
PREG. Según tenía entendido, la Sociedad Teosófica fue fundada en su origen para matar el espiritismo y la creencia en la individualidad futura del hombre.
TEÓS. Estáis equivocados. Todas nuestras creencias están basadas en esa individualidad inmortal; pero, como tantos otros, confundís la personalidad con la individualidad. Los psicólogos occidentales no parecen haber establecido distinción alguna entre ambas, y es precisamente esa diferencia la que da la clave para la inteligencia de la filosofía Oriental, y la causa fundamental de la divergencia que existe entre las doctrinas Teosófica y Espiritista. A trueque de cargar con mayor hostilidad hacia nosotros si cabe, por parte de algunos Espiritistas, debo declarar aquí que la Teosofía es el verdadero y puro Espiritismo, mientras que la imitación moderna de este nombre, como lo practican hoy las masas, es sencillamente un materialismo trascendental.
PREG. Sírvase explicar más claramente su idea.
TEÓS. Lo que quiero decir es que, si bien nuestras doctrinas insisten en la identidad del espíritu y la materia, y aunque decimos que el espíritu es materia potencial, y la materia, simplemente, el espíritu cristalizado (por ejemplo, como el hielo es vapor solidificado); sin embargo, como la condición original y eterna de todo no es espíritu, Sino META–ESPIRITU, por decirlo así (la materia visible y sólida es simplemente su manifestación periódica), sostenemos que el término espíritu puede únicamente aplicarse a la verdadera individualidad.
PREG. Pero ¿cuál es la distinción entre esa “verdadera individualidad” y el “Yo o Ego” del que todos tenemos conciencia?
TEÓS. Antes de poder contestaros, hemos de discurrir acerca de lo que entendéis por “Yo o Ego”. Distinguimos entre el hecho sencillo de propia conciencia, el sentimiento sencillo de que “Yo soy Yo”, y el pensamiento complejo de que “Soy el Sr. Smith” o la Sra.
Brown”. Creyendo como creemos, en una serie de nacimientos para el mismo Ego, o reencarnación, esa distinción es el eje fundamental de la idea entera. Veis que “Mr. Smith”.
En realidad, significa una larga serie de experiencias diarias, unidas todas por la continuación de la memoria, formando lo que Mr. Smith llama “El yo”. Pero ninguna de esas “experiencias” son realmente el “Yo” o el “Ego”, ni producen a “Mr. Smith” la sensación de ser él mismo, pues olvida la mayor parte de sus experiencias diarias, y producen EL SENTIMIENTO DE EGOIDAD en él, únicamente mientras duran. Nosotros los Teósofos distinguimos, por lo tanto, entre ese conjunto de “experiencias”, que llamamos la falsa personalidad (por ser tan fugaz y finita), y aquel elemento del hombre al que el sentimiento del “Yo soy yo” es debido. Es este “Yo soy yo” la verdadera
individualidad para nosotros: y, sostenemos que este “Ego” o individualidad representa como el actor en las tablas, muchos papeles en la escena de la vida.9 Consideramos cada nueva vida del mismo Ego en la tierra como una representación distinta en el escenario de un teatro. Aparece el actor o “ Ego” una noche como “Macbeth”, la siguiente como “Shylock”, la tercera como “Romeo”, la cuarta como “Hamlet” o “Rey Lear”, y así sucesivamente.
Hasta que ha recorrido el cielo completo de encarnaciones.
El Ego empieza su peregrinación de vida en papeles muy secundarios como el de un espectro, un “Ariel” o un “Duende”; representa luego un papel de comparsa; es un soldado, un criado, un corista: luego asciende a “papeles hablados”, desempeña papeles principales alternando con otros insignificantes hasta que por fin se despide de la escena como “Próspero”, el mago.
PREG. Entiendo. Decís que aquel verdadero Ego no puede volver a la tierra inmediatamente después de la muerte. Sin embargo, seguramente, ¿queda el actor en libertad de volver, si quiere, a la escena donde tuvieron lugar sus actos anteriores, si es que ha conservado el sentido de su individualidad?
TEÓS. Lo negamos simplemente, porque semejante regreso a la tierra sería incompatible con un estado cualquiera de felicidad y bienaventuranza sin mezcla después de la muerte, conforme estoy dispuesto a probar. Creemos que el hombre sufre tantas inmerecidas penas y miserias durante su vida, por culpa de los demás con que está relacionado, o a causa del ambiente que lo rodea, que seguramente tiene derecho a un descanso y una tranquilidad perfectos, si no a la felicidad, antes de volver
a cargar de nuevo con el peso de la vida. Sin embargo, podremos discutir este punto al detalle, más adelante.
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9 Véase más adelante “acerca de la Individualidad y la Personalidad“.
PREG. Habláis de Teosofía y de Ocultismo; ¿son ambos idénticos?
TEÓS. De ninguna manera. Puede un hombre ser muy buen
Teósofo, dentro o fuera de la Sociedad, sin ser en modo alguno Ocultista. Pero nadie puede ser un verdadero Ocultista sin ser Teósofo en toda la extensión de la palabra; de otro modo, no es más
que un mago negro, consciente o inconsciente.
PREG. ¿Qué queréis decir?
TEÓS. Ya he dicho que un Teósofo verdadero debe poner en práctica el ideal moral más elevado; debe esforzarse en reconocer la unidad con la humanidad entera, y trabajar incesantemente para los demás. Ahora bien; si un Ocultista no lleva esto a cabo, obrará de un modo egoísta para su beneficio personal; y si ha adquirido mayores poderes prácticos que los demás hombres, por lo común se convierte, por esto mismo, en enemigo del mundo y de los que lo rodean, mucho más temible que el simple mortal. Esto es claro.
PREG. Entonces, ¿un Ocultista es sencillamente un hombre que posee mayor poder que los demás?
TEÓS. Mucho mayor, si es Ocultista práctico y realmente instruido, y no se contenta tan sólo con serlo de nombre. No son las ciencias ocultas “aquellas ciencias imaginarias de la Edad Media que trataban de la supuesta acción o influencia de cualidades Ocultas o poderes sobrenaturales, como la alquimia, la magia, la nigromancia y la astrología”, según nos las describen las Enciclopedias; porque son ciencias reales, verdaderas y muy peligrosas. Enseñan la fuerza e influencia secretas de las cosas de la
Naturaleza, desarrollando y cultivando los poderes ocultos “latentes en el hombre”, dándole enormes ventajas sobre los mortales más ignorantes. Buen ejemplo de ello es el Hipnotismo, hoy día tan común y objeto de las indagaciones científicas.
Fue descubierto el poder hipnótico casi por casualidad, habiendo preparado el camino el mesmerismo. Hoy día, un hipnotizador experimentado puede con su poder hacer casi todo cuanto se le ocurra: desde obligar a un hombre a hacer el tonto inconscientemente, hasta hacerle cometer un crimen.
(A menudo, por medio de un cómplice del hipnotizador y en beneficio de este último.) ¿No es éste un terrible poder si se entrega en manos de personas sin escrúpulos? Y, sin embargo, tened presente que ésta no es más que una de las ramas menores del Ocultismo.
PREG. ¿Pero no están todas esas ciencias Ocultas, magia y hechicería, consideradas por la gente más culta e ilustrada como restos de la antigua ignorancia y superstición?
TEÓS. Permitidme que os haga notar que esta observación resuelve de golpe los distintos puntos de vista. Los más “cultos e ilustrados” entre vosotros, también consideran al Cristianismo y todas las, demás religiones como restos de ignorancia y superstición. La gente ahora empieza a creer en el hipnotismo, y algunos (hasta entre los más cultos), en la Teosofía y los fenómenos. ¿Pero quién, excepto los predicadores y los fanáticos ciegos, se atreverá a confesar su creencia en los milagros Bíblicos? Aquí es donde nace la diferencia.
Hay Teósofos muy puros y buenos, que pueden creer en los milagros sobrenaturales, incluso los divinos; pero no creerá en ellos Ocultista alguno.
El Ocultista practica la Teosofía científica, basada en el conocimiento exacto de los trabajos y secretos de la Naturaleza, mientras que el Teósofo que practique los poderes llamados anormales, pero sin la luz del Ocultismo, tenderá simplemente hacia una forma peligrosa del mediumnismo, porque, aunque profese la Teosofía y su más elevado código de ética, obra a oscuras, apoyado en sincera PERO CIEGA FE.
Cualquiera, sea Teósofo o Espiritista, que intente cultivar una de las ramas de la ciencia Oculta por ejemplo, Hipnotismo, Mesmerismo o siquiera los secretos para producir ciertos fenómenos físicos, etc. sin el conocimiento de la rationale filosófica de esos poderes. Es como una nave sin timón en medio del océano embravecido.