PREG. ¿Qué sucede con los skandhas inferiores de la personalidad, después de la muerte del cuerpo? ¿Son aniquilados por completo?

TEÓS. Lo son y no lo son; otro misterio metafísico y oculto para vos. Son destruidos como material al servicio de la personalidad; permanecen como efectos kármicos, como gérmenes flotando en la atmósfera del plano terrestre, prontos a volver a la vida, cual enemigos vengativos y rencorosos, adhiriéndose a la nueva personalidad del Ego cuando se reencarna.

PREG. Esto excede a mi inteligencia y es muy difícil de entender.

TEÓS. No lo será una vez que hayáis asimilado todos los detalles. Entonces veréis que en cuanto a lógica, consistencia, filosofía profunda, compasión y equidad divinas, esta doctrina de la Reencarnación no tiene igual en la tierra. Es la creencia en un perpetuo progreso para cada Ego que se encarna, o alma divina; es una evolución de lo externo a lo interno, de lo material a lo espiritual, alcanzando al fin de cada etapa la unidad absoluta con el Principio divino. De una fuerza a otra fuerza; de la belleza y perfección de un Plano a la belleza y perfección superiores de otro plano, con accesos a nueva gloria y nuevo conocimiento y poder en cada ciclo, tal es el destino de todo Ego que de este modo se convierte en su propio Salvador en cada mundo y encarnación.

PREG. Pero el Cristianismo enseña lo mismo. También predica el progreso.

TEÓS. Sí; sólo que añadiendo algo más. Nos habla de la imposibilidad de alcanzar la Salvación sin ayuda de un Salvador milagroso; y condena además a la perdición a todos aquellos que no aceptan el dogma. Ésta es, precisamente, la diferencia que existe entre la teología Cristiana y la Teosofía. La primera impone la creencia en el descenso del Ego espiritual al yo Inferior; la segunda inculca la necesidad de esforzarse en la propia elevación hacia el Cristo, o estado de Buddhi.

PREG. ¿No creéis, sin embargo, que enseñar el aniquilamiento de la conciencia, en caso de un fracaso, equivale al aniquilamiento del Yo en opinión de los que no son metafísicos?

TEÓS. Desde el punto de vista de aquellos que creen literalmente en la resurrección del cuerpo, e insisten en que cada hueso, arteria y átomo de la carne surgirán corporalmente en el Día del Juicio, es indudable.
Si insistís, además, en que la forma perecedera y las cualidades finitas son las que constituyen al hombre inmortal, difícilmente nos entenderemos. Y si no comprendéis que limitando la existencia de cada Ego a una vida sola en la Tierra, convertís a la Deidad en un Indra sempiternamente ebrio, considerado según la letra muerta Puránica; en un Moloch cruel, en un Dios que produce una confusión: inexplicable en la Tierra, y que además quiere que por ello le demos las gracias: entonces, cuanto antes cortemos esta conversación mejor.

PREG. Pero ya que hemos dejado sentado el asunto respecto a los skandhas, volvamos a la cuestión de la conciencia que sobrevive a la muerte. Éste es el punto que interesa a la mayoría de las personas. ¿Poseemos en el Devachán un conocimiento mayor que en la vida terrestre?

TEÓS. Podemos en un sentido adquirir mayores conocimientos; es decir, podemos desarrollar en más alto grado cualquiera de las facultades que amamos y que nos esforzamos en hacer nuestras durante la vida, con tal que estén relacionadas con cosas abstractas e, ideales, como son la música, la pintura, la poesía, etc., pues el Devachán es tan sólo una continuación idealizada y subjetiva de la vida terrestre.

PREG. Pero si en el Devachán se ve el Espíritu libre de la materia, ¿por qué no posee la completa sabiduría?

TEÓS. Porque, según ya os dije, el Ego está, por decirlo así, unido al recuerdo de su última encarnación. Así es que si reflexionáis acerca de lo que ya os he dicho y enlazáis todos los hechos, veréis que el estado devachánico no es un estado de omnisciencia, sino una continuación trascendente de la vida personal que acaba de concluir. Es el descanso del alma después de las penas de la vida.

PREG. Aseguran, sin embargo, los hombres de ciencia materialistas que con la muerte del hombre todo concluye; que el cuerpo humano se desintegra simplemente en los elementos de que está compuesto, y que lo que llamamos alma es únicamente una conciencia pasajera, hija y producto indirecto de la acción orgánica, que ha de disiparse como el vapor. ¿No es extraño este modo de pensar?

TEÓS. No lo creo tal. Diciendo que la propia conciencia muere con el cuerpo, desde su punto de vista sólo emiten una profecía inconsciente; porque, desde el momento en que están firmemente convencidos de su aserción, no hay para ellos supervivencia posible. No hay regla sin excepción.


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